sábado, 24 de septiembre de 2011

Never say never.

Aquí doy comienzo a mi nuevo fic, puede que noten las personalidades algo cambiadas, pero es parte de la trama si no les gusta, puedo cambiarlas, no se preocupen. ^^ Sin más aquí se los dejo.


Nombre: Never say never.
Pareja principal: Yamajima.
Parejas secundarias: las que surjan (pueden pedirlas)
Género: Romance, comedia (se intentará), drama y un futuro lemmon.
Autora: Mimi
Idea: Mimi.

Never say never.


- Yuto-kun. – llamó su madre desde el piso de abajo. El aludido salió, tenía la camisa abierta y el cierre de los pantalones bajado, cualquiera pensaría que su madre lo había interrumpido en pleno acto… pues quien lo piense, está en lo correcto.
- ¿Sí, mamá? – contestó subiéndose el cierre sin que su madre lo viese. Se abrochó dos botones de la camisa para que su pecho no estuviese completamente al descubierto delante de su madre.
- Baja, tengo que comentarte una cosa. – le contestó mientras le hacia una seña con la mano para que bajase, el adolescente asintió pero se giró para entrar en la habitación.
- Daiki, ahora vuelvo, mi madre me llama. – se acercó al chico, mayor que él, acostado en su cama, semidesnudo dado que las sábanas de la revoltosa cama de Yuto le cubrían sus partes nobles. Le dio un pequeño beso en los labios y se giró para bajar al primer piso.
- ¿Qué pasa mamá? – le preguntó entrando al salón y sentándose en el sillón más cercano a la puerta. Su madre estaba sentada en el sofá que estaba al lado de su sillón, justamente enfrente de la televisión.
- Hoy va a venir un chico a vivir a esta casa. – soltó de sopetón la noticia. El moreno abrió los ojos sorprendido, no asimilaba la información que acababa de recibir, ¿un chico en su casa? ¿Hoy? ¿Cómo era eso posible?
- ¿Hoy? – su madre asintió. – ¿Cómo es que no me he enterado hasta hoy? – preguntó como exigiendo una explicación. Cualquiera se molestaría si un extraño fuese a vivir en tu casa y ni siquiera tú lo supieras.
- Bueno, ha sido todo muy repentino. Yo me enteré la semana pasada, no pensemos en decirte nada porque sabríamos como reaccionarías. – se excusó madre. Yuto comprendió las palabras de su madre pues no le faltaba razón, respiró hondo para tranquilizarse.
- ¿A qué hora llega? – preguntó, no estaba muy interesado en ese dato, pero algo tendría que preguntar.
- Supongo que… - miró su reloj de pulsera. – Dentro de media hora. – contestó finalmente mirando los ojos marrones y penetrantes de su hijo.
- ¡¿Dentro de media hora?! – exclamó levantándose del sillón en un impulso de sorpresa, sorprendiendo también a su madre. – ¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!  - rápidamente echó a correr a su habitación a ponerse algo más presentable, su madre sonrió tiernamente al verlo actuar tan enérgicamente.
Yuto rebuscaba en su armario toda la ropa que se podría poner, tenía que estar presentable pero nada exagerado. Su acompañante miraba extrañado la escena.
- ¿Se puede saber qué haces? – preguntó sorprendido del desorden que el menor había armando en menos de diez minutos.
- Busco ropa. – se limitó a contestar el menor.
- Eso ya lo veo, ¿para qué la necesitas? – Daiki se levantó de la cama, ahora tenía puesto su bóxer y caminaba sensualmente hacia su acompañante, se apegó a la espalda desnuda de Yuto y le besó uno de sus hombros, mientras que con las manos le acariciaba el pecho. – Ahora mismo estábamos quitándonosla. – le susurró en el oído para después morderle el lóbulo.
- Mi madre tiene un invitado. – contestó mientras se deshacía del “abrazo” de su senpai y siguió por la labor de encontrar ropa. – No me molestes. – habló fríamente, el mayor sopló resignado, Yuto había vuelto a ser el mismo de siempre. No era que tuviese doble personalidad, no, era que depende la persona que tuviese delante se comportaba de una forma u otra, eso sí, solamente por beneficio propio. No por nada era el conquistador nato de su instituto.
- Deberías dejar de tratar así a todos con los que te acuestas, un día dejaremos de seguirte. – el menor se giró y sonrió arrogante mientras levantaba una ceja, caminó hacia él sensual y decididamente, Daiki contuvo el aliento. Cuando finalmente llegó delante del mayor lo besó apasionadamente, haciendo que sus lenguas se enroscasen y diesen vueltas al compás. Yuto se separó de Daiki dejándolo totalmente acalorado y con ganas de más.
- Eso nunca pasará. Y tú lo sabes bien. – su sonrisa arrogante se incrementó al ver en el estado en el que dejó  a su senpai. Se giró para seguir buscando ropa. – Vístete y márchate, no quiero que el invitado tenga una idea que no es. – ordenó con su tono frío de siempre.
Arioka lo miró por varios segundos para saber si cambiaba de idea pero no fue así, le hizo caso y se marchó diciendo “llámame” antes de salir por completo de la habitación.
Yuto estaba contento con todo lo que le rodeaba, podía conseguir todo y con todo se refería a personas, objetos y animales. Con las palabras correctas y el tono indicado para cada situación podía conseguir todo. La mayoría de los chicos de su clase habían pasado por sus manos, no todos, solamente los que le llamaban la atención. En el instituto al que iba el que llamase la atención de Nakajima era un privilegiado, pero claro, llamar su atención no era muy fácil. Había que tener unos requisitos, los cuales eran muy estrictos. Daiki era uno de sus favoritos, era ardiente, pasional, tierno, alegre… tenía todo lo que buscaba en una pareja, lo único malo… que era muy fácil. Y así todos, siempre había un defecto en cada uno de ellos. Nunca encontraría a alguien hecho para él, al igual… que nunca amaría a nadie más que a él mismo.
- Yuto-kun, baja para atender debidamente al invitado. – se miró por última vez en el espejo de cuerpo entero que tenía en su cuarto y bajó al llamado de su madre.
Cuando puso su pie en el último escalón levantó la mirada y vio al invitado. Era un chico joven, probablemente más pequeño que él y con diferencia. Tenía el pelo teñido en castaño claro, pelo revoltoso y con un mechón en el rostro. Tenía una cara hermosa, bastante madura para la edad que aparentaba tener. Su complexión era más bien delgada, aunque nada exagerado. Su rostro serio lo miraba fijamente a los ojos que eran del mismo color que los de él.
- Yuto-kun, este es Yama-chan. – presentó su madre mientras lo señalaba con la palma de su mano, sonriendo tiernamente. Yuto miró a su madre y después al joven que había delante de él. Este le mantenía la mirada, cosa que le molestaba y le parecía interesante.
- Hola, soy Yuto. – estiró la mano para estrecharla con la del chico, éste miró la mano y después lo miró a él poniendo una expresión de repulsión, cosa que le molestó aún más. Terminó por retirar la mano.
- ¿Dónde está mi cuarto? – con voz ronca preguntó mirando a la señora Nakajima. Ella le indicó el camino y ambos familiares lo miraron como se retiraba escaleras arriba, pasando por al lado de Yuto. La voz ronca y madura que ese chico tenía le sorprendió, parecía muy maduro para la edad que aparentaba tener.
- Es… - buscó las palabras exactas. – un poco borde ¿no? – dirigió sus ojos marrones y penetrantes a su madre que solamente sonrió incómoda.
- Vamos al salón, aún no te lo he contado todo. – la señora Nakajima se dio media vuelta y caminó unos pasos hacia el salón, pero la voz de su hijo la interrumpió.
- ¿Aún hay más? – preguntó en tono irónico, dado que no sabía nada. Ambos caminaron hacia la sala de estar. Se sentaron en los mismos sitios de hacia media hora y su madre tomó la palabra.
- Verás… - buscó un buen comienzo para la historia. No quería dar muchos detalles pero quería que su hijo se enterase bien de la situación en la que, el mediano de los Yamada, estaba. Yuto esperaba impaciente por la información que iba a recibir. – Su familia está pasando por un mal momento. – después de esas palabras un suspiro salió de los finos labios de su madre.
- ¿Y tenemos que pagarlo nosotros? – se mostró reacio a tener que ocuparse de los asuntos familiares de unas personas que ni si quiera conocía.
- No lo veas así. Solamente estamos ayudando a unos viejos y buenos amigos. – contradijo la señora Nakajima. – Verás, tu padre y yo fuimos, y somos, muy amigos de sus padres. Y les debemos muchos favores. -  explicó.
- ¿Qué tipo de favores? No creo que sean tan importantes como cuidar de su hijo.  – se cruzó de brazos y apoyó la espalda en el cómodo respaldo del sillón. Arrugó un poco el entrecejo. Hacía unos minutos, antes de “conocer” al invitado, estaba interesando en conocerlo pero teniendo esa personalidad tan… contraria a la de él, había perdido el interés en él.
- Lo bastante importantes como para hacer ver a este favor insignificante. – siguió explicando su madre, seguramente quería que ellos dos se llevasen bien, pero su madre no lo iba a conseguir, la primera impresión no había sido muy buena.
- ¿Y bueno? ¿En qué situación está la familia Yamada? – preguntó aún con la misma pose, de brazos cruzados mirando con el ceño un poco fruncido.
- Están en trámites de separación, aunque no es nada definitivo. Ellos solamente necesitan un poco de tiempo para ellos y aclarar las cosas. – su tono era un poco de pena, pues eran sus amigos y que se separasen le entristecía. – Son tres los hijos que tienen. Las dos restantes están en diferentes casas. Ryo-chan está aquí porque su instituto es el mismo que el tuyo. – eso sorprendió al adolescente, ¿iba al mismo instituto que él? ¿Entonces sabía de la fama de él? ¿Qué pasaba si decía algo?
- Oh, vaya. – disimiló su tensión, tenía que salir de esta situación. Se levantó rápidamente y habló. – Será mejor que hable con él, para disculparme. – su madre sorprendida asintió y sonrió tiernamente por la amabilidad de su hijo.
- Así me gusta. A ser posible, me gustaría que se llevasen bien, tienes que comprender que Ryo-chan no es un chico muy sociable. Tienes que ayudarlo en la escuela. – la sonrisa de su madre le sorprendió. Era en esos momentos en los cuales no le gustaba ser así, tener varias personalidades, porque con su madre mostraba una personalidad que no era la verdadera y eso le dolía, su  madre confiaba mucho en él.
Subió al cuarto de huéspedes en el cual estaba alojado el invitado, se sorprendió de ver a dicha persona en el umbral de la puerta de brazos cruzados y apoyado en él, mirándolo fijamente.
- Supongo que tu madre ya te lo habrá contado. – habló roncamente sorprendiéndolo, no se imaginaba que el primero en hablar sería el invitado. – ¿Sientes lástima por mi? – sonrió de medio lado al ver como Yuto abría los ojos. – Jm. – ese ruido salió de su boca cuando soltó aire por la boca en forma de risa arrogante. – Tranquilo- iba a continuar pero fue interrumpido.
- No vengo por eso. – empujó fuertemente a Ryosuke y entraron los dos a la habitación y cerró la puerta para que su madre no escuchase la conversación. – Es algo importante lo que me preocupa. – ese comentario hizo enfurecer al Yamada.
- ¿Importante? – preguntó con ceño fruncido.
- Sí, la verdad es que no me importa lo más mínimo tu vida. – lo miró fijamente a los ojos y al parecer el joven le aguantaba la mirada cosa que le interesaba, pocos le aguantaban la mirada. – Solamente quiero que mantengas la boca cerrada. – se acercó peligrosamente al “pequeño”.
- ¿Mantener la boca cerrada? – preguntó extrañado, no se había movido. Yuto no le intimidaba en lo más mínimo, ya había tratado con personas como él. – Sé suficientes cosas, pero no sé a qué te refieres tú. Refréscame la memoria. – retó mirándolo fijamente.
- A la fama que tengo en el instituto. Eso de que soy el más ligón y un Casanova, que estoy con más de cinco personas en una semana. – se extraño al ver la mirada sorprendida de Ryosuke pero no le dio importancia. – Mantén la boca cerrada y no te pasará nada. – se acercó lo suficiente, tanto que casi podían tocarse sus frentes.
- No estás en posición de decirme nada. Además de que no eres nadie para amenazarme. – ambos tenían personalidades parecidas, seguramente en un futuro no muy lejano no se podrían ni ver.
- Solamente te estoy avisando y quien avisa no es traidor. – retó Yuto separándose un poco adoptando una pose altanera cruzando los brazos y mirándolo con una ceja alzada.
- Supongo que si yo te aviso de que como sigas amenazándome, se me podría escapar “cierta” información… - hizo una pausa mientras sonreía arrogante. Yuto estaba algo sorprendido era increíble, sus personalidades eran completamente iguales. – Ah, pero solamente estoy avisando  y quien avisa no- fue interrumpido por segunda vez.
- Ya, ya, ya lo sé. – le restó importancia sabía que siempre ganaba él asique no tendría que preocuparse, además mientras no se fuese de la lengua todo estaba bien. Se dio la vuelta y se dispuso a irse no sin antes decir. – Cierra la boca. – y cerró la puerta detrás de él.
Ryosuke cayó desplomado en la cama, suspiró notoriamente. Eso iba a ser muy difícil, los dos en la misma casa no podrían estar y el único que tenía la libertad de marcharse era él, pero no quería causarle problemas a la familia Nakajima por culpa de ese niño rebelde insensato. – Acabo de recibir información muy interesante… - susurró sonriendo, ya tenía nuevo juego. 






El despertador sonaba atormentándolo, lo había puesto muy alto para no tener que darle problemas a la señora Nakajima para levantarlo, ya que tenía muy mal despertar. Bufó molesto mientras sacaba su delgado brazo de entre las sábanas y lo apagaba, para luego intentar dormir pero no pudo. Se sentó en el centro de la cama y miró alrededor completamente adormilado.
- Mm… - se estiró mientras miraba hacia la ventana. – ¿Qué hora es? – miró hacia el despertador y se dio cuenta de que era temprano para ir al instituto, decidió bañarse primero para hacer tiempo.
Salió con una toalla enroscada en la cintura con su pecho al descubierto, así no parecía tan delgado, tenía el cuerpo algo formado pero no demasiado. Se rascó la nuca y miró hacia la maleta que aún estaba hecha, recordó los sucesos de hacía dos días.

-.-.-.-.-.-.-.- Flash back.-.-.-.-.-.-.-.-

- Ryo-chan, cariño, ven tenemos que hablar contigo. – estaba jugando a  la consola en su habitación, se extrañó de esas palabras pero de todas formas bajó inocente de lo que le estaban a punto de decir.
- ¿Qué pasa? – preguntó con su tono indiferente de siempre, al cual sus padres estaban muy acostumbrados, tanto que no le prestaron atención.
- Siéntate. – indicó su madre amablemente mientras le sonreía tranquilizadoramente pero con un poco de temor. El adolescente obedeció y se sentó donde indicó su madre, quedando enfrente a su padre.
- ¿Sucede algo? – todo ese misterio le estaba empezando a hartar pero, sobre todo, a preocupar. Miró a ambos progenitores, pero ninguno se atrevía a hablar.
- Tenemos… la intención de divorciarnos. – soltó la bomba su padre, para esas cosas su padre era muy directo, era un rasgo en el cual se parecía mucho a él. Los ojos marrones de Ryosuke se abrieron de par en par, miró a ambos otra vez.
- ¿C-Cómo? – tartamudeó incrédulo. ¿Lo decían enserio? Vale, últimamente los había escuchado discutir más de lo normal, pero tampoco era para divorciarse. Todas las parejas discuten ¿no?
- Sí, hijo. – contestó su madre mientras estiraba su brazo y con su mano acariciaba el brazo de su hijo posado encima de la mesa de la cocina. Ryosuke miró la mano de su madre, tan fina y femenina. Además, notó que su madre estaba temblando seguramente por la reacción de él. La miró y vio que ella le estaba mirando entristecida, pero le sonrió tranquilizadoramente, apostaría todo a que ahora mismo su madre se sentía muy culpable. Sonrió y la miró con la sonrisa.
- Es vuestra decisión, yo aquí ni entro ni salgo. – trató de hablar lo más indiferente posible. Eran ciertas esas palabras, si ellos querían divorciarse el no era nadie para impedírselo, si ya no se querían él no sería quién los obligase a estar juntos, así solo sufriría la familia entera.
- ¿E-Estás de acuerdo? – el tono sorprendido llamó su atención, aunque más que sorprendido parecía que estaba aliviado. Miró fijamente los ojos de su padre, del mismo color que los de él y asintió.
- Bueno, no es que esté de acuerdo pero, ¿de qué serviría enfadarme y encerrarme en mi habitación? Así solo perdería el tiempo, sois libres de decidir lo que queráis. – se levantó y caminó hacia su cuarto no sin antes mirarlos.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-Fin del Flash Back.-.-.-.-.-.-.-.-.

- Ryo-chan, ¿estás bien? – preguntó la señora Nakajima sacándolo de sus recuerdos. Miró a la puerta de donde procedía la voz, suspiró y se levantó de la cama en la cual se había sentado para recordar.
- Sí, no se preocupe. – habló lo más cortés que pudo, no quería faltar el respeto a nadie y menos a esa amable señora que había accedido a cuidarlo en el tiempo en que sus padre se arreglaban.
- El desayuno ya está listo, baja cuando quieras. – después se escucharon unos pasos, eran lo de la madre de Yuto alejándose. Ryosuke se dispuso a cambiarse, ya había perdido mucho tiempo recordando.


En la habitación de al lado estaba Yuto acomodándose la corbata mientras e miraba al espejo. Seguía pensando en la escena de ayer por la tarde. Ese chico le estaba empezando a caer mal, además lo había chantajeado a él, ¡a él! ¿Cómo era eso posible? No había nadie que le pudiese, o atreviese, a llevarle la contraria y ahora, ese inquilino, lo estaba haciendo. ¡¿Pero cómo se atrevía?! Tenía que darle un escarmiento, pero no ahora, tenía que buscar el momento indicado.
Salió de la habitación con la mochila en un hombro, salió justamente cuando Ryosuke y ambos se miraron sorprendidos, pero rápidamente Yuto arrugó el entrecejo y se adelantó caminando. Ryosuke rápidamente le siguió el paso.



Ya era hora de entrar al instituto, Yuto no había perdido de vista a Ryosuke, solamente lo perdió cuando uno de los profesores se lo llevó, ¿para qué? No lo sabía, pero tenía algo de curiosidad.
- Yuto, ¿pasa algo? – la voz de Daiki lo sacó de sus pensamientos. Desde hacía tiempo había estado mirando a un punto fijo, mirando por el camino por el que se había ido Ryosuke, pero claro, eso Daiki no lo sabía.
- No, nada. ¿Entramos? – preguntó cambiando de tema, seguramente que Daiki no quedaría tranquilo con esa respuesta y seguiría preguntando y eso le mosquearía mucho. Su senpai asintió mirándolo no muy convencido y mientras caminaban hacia el interior del edificio miró en la dirección a la que había mirado Yuto, pero no encontró nada fuera de lo normal.
La primera clase ya había empezado y Yuto ya se aburría, pero tenía que prestar atención, no quería ganarse una reprimenda por parte del profesor. Apoyó su codo en la mesa y su barbilla en la mano y un suspiro salió de sus labios. Dirigía sus ojos a cada parte del salón buscando algo con lo que divertirse o, por lo menos, divertirse. La puerta se abrió sorprendiéndole, ya que ni siquiera había oído los toques antes de entrar.
- Sensei, tenemos un nuevo alumno. – Yuto se sorprendió y lo mostró abriendo un poco los ojos, no había oído nada de un nuevo alumno, ni siquiera había oído rumorear sobre eso. Prestó más atención a lo que decía el sensei que había interrumpido la clase.
- Que pase. – ordenó el tutor de su curso. Todos estaban mirando a la persona que entraría, grande fue la sorpresa de Yuto al descubrir de quién se trataba. Abrió los ojos de la impresión, ¿qué hacía él ahí? Vale, estudiaba ahí pero, ¿qué era eso de que era nuevo? ¿Él no estudiaba ahí? ¿No se suponía que ya era alumno del instituto? Tenía muchas preguntas pero ninguna respuesta.
- Soy Yamada Ryosuke, encantado de conocerlos. – y se inclinó. Algunos hablaban de lo atractivo que era o de que aparentaba menos de la edad que tenía. Eso causó otra pregunta en Yuto ¿Ryosuke tenía la misma edad que él? Ni siquiera podía imaginárselo.
- Bien, Yamada-san, siéntese al fondo, en el sitio que hay libre. – Ryo asintió y se dirigió a donde el profesor le había indicado, yuto no le quitaba la mirada de encima, aún no cabía del asombro. Ryosuke sentía una mirada encima de él, pero no se molestó en saber quién era pues era normal que lo mirasen dado era nuevo. Se sentó en la silla, sacó su material y prestó atención a la clase.

 

Era hora del almuerzo, todo el mundo se juntaba para comer o algunos solitarios comían en la azotea sin molestar a nadie. Y éste era el caso de Ryosuke, como no tenía amistades subió a la azotea a buscar tranquilidad. En el transcurso de las horas se dio cuenta de que ese instituto solamente era para chicos, cosa que le extrañó. Entonces… los rumores sobre el niño Nakajima, de que se acostaba con más de cinco personas en una semana… ¿eran chicos y no chicas? Y como por azares del destino Yuto apareció delante de él, Ryosuke subió la mirada lentamente clavándola en los ojos marrones del Nakajima. 
- ¿Qué quieres? – preguntó después de tragar un bocado de su almuerzo preparado por la madre del chico que tenía delante. Yuto lo miraba fijamente a Ryosuke, tragó fuertemente y habló.
- ¿Qué edad tienes? – le preguntó directamente. Los ojos de Yuto se mantenían firmes en los de Ryo y éste le devolvía la mirada. Ryo meditó la pregunta, ¿Que qué edad tenía? ¿Qué pregunta era esa? ¿Una con trampa?
- 18. ¿Por? – no entendía el significado de su pregunta pero la contestó de todos modos. Vio la sorpresa en los ojos de Yuto, no entendía nada.
- ¿Tienes mi edad? – le preguntó. Eso le había ofendido un poco al chico que comía tranquilamente. ¿Qué quería decir con eso? ¿Se estaba metiendo con él?
- Eso parece, ¿por qué? – volvió a repetir la misma pregunta, aún no le había contesto y eso estaba acabando con la paciencia del Yamada.
- Vaya. – en un suspiro habló mientras se sentaba al lado de él, molestándolo aún más. – No los aparentas. – habló con un deje de maldad en su voz. Ryosuke alzó una ceja incrédulo, ¿realmente se estaba metiendo con él? 
- Si vienes a meterte conmigo, pierdes el tiempo. – volvió a la labor de comer, no quería perder el tiempo con un chico que se aburría y se venía a meter con él. Se llevó un poco de arroz a la boca y masticó.
- No es eso, solamente me sorprendió. – respondió.  – ¿Cuándo los cumpliste? – preguntó para saber quién era mayor, seguramente era más pequeño, quería poder meterse con él.
- ¿Por qué tengo que decírtelo? – respondió con otra pregunta algo molesto, ¿para qué quería saberlo? Tampoco es que fuese muy importante.
- Tú solo contesta. – ordenó sonriente, Yamada volvió a alzar una ceja ¿qué tramaba?
- El 9 de mayo. – dirigió su mirada al obento y comió otra porción de comida. Se extrañó al no escuchar nada por parte de su acompañante asique volvió a levantar la mirada y se sorprendió delo que se encontró. Yuto estaba totalmente inmóvil mirando hacia la nada, con los ojos abiertos. – ¿Pasa algo? – su tono indiferente mostraba el “interés” que tenía por el estado de Yuto.
- E… eres mayor que yo. – susurró realmente en shock. ¿Tan malo era eso? Pensó Ryosuke, no le parecía tan malo, a lo mejor era un palo duro para su orgullo el saber que alguien era más mayor que él.
 - Supongo. – le restó importancia al asunto volviéndose a llevar un bocado a la boca y masticando. Entonces cayó en la cuenta de porqué Yuto estaba así. Lo miró. – ¿Pensaste que era más pequeño que tú? – su tono indiferente era el mismo que el de antes pero con un poco de molestia. Yuto solamente asintió. – Pues qué bien. – habló irónicamente.
 La campana sonó anunciando que las clases empezaban, Ryosuke miró su obento sin terminar, después miró a Yuto enfadado, no lo había dejado comer tranquilo. Yuto se extrañó por la mirada que estaba recibiendo pero le restó importancia y volvió a clases. Sonrió “Este curso será interesante” pensó mientras miraba a Ryosuke maldecir por lo bajo.