domingo, 20 de octubre de 2013

[Threeshot] Bounce. Part2

¡Buenas! Aquí traigo la segunda parte de lo que debería ser un twoshot, pero nada... me sigo alargando y ha quedado en tres partes. E intuyo que la última parte tendré que cortarla en dos, porque no entiendo como me extiendo tanto. Si la historia es sencilla y ya estaba toda hecha, pero a la hora de escribir me ciego y cuando me doy cuenta ya llevo ocho páginas y ni siquiera he contado la tercera parte de lo que debería... Sin ir más lejos, esta parte tiene 11 hojas del word y no he contado casi nada.

Tengo que decir que me ha gustado como ha quedado esta parte, pero no del todo. Ya que siento que he jodido (hablando mal y pronto) el desarrollo de la historia. Además, de que siento que esta parte ni tendría que publicarla. No sé, no me ha gustado como ha quedado del todo, no me convence. Pero la publico porque así veremos como es la convivencia. La verdad, es que creo que esto tendría que ser más un extra que una parte, pero así lo dejo.

Pero dejando a un lado mis absurdas quejas, aquí os lo dejo.

¡Espero que os guste! ^^



Segunda Parte.






El trayecto fue en silencio llegando a incomodar al mayor que de vez en cuando miraba de reojo al intruso. Había notado que llevaba la ropa algo sucia y rasguños por la cara y brazos. Podía suponer que el menor necesitaba refugio, tal vez era amigo de Inoo. La curiosidad por saber qué le había pasado le carcomía, no podía olvidar la faceta cotilla que tenía. Varias veces intentó pensar una buena forma de romper el hielo, pues no podían seguir así y menos si se iba a quedar en su casa un tiempo.

- ¿Eres amigo de Inoo? – preguntó mirándole de reojo pero rápidamente volvió la vista a la carretera, no podía descuidarse. El castaño botó levemente en el asiento por el susto, seguramente no se imaginaba escuchar su voz. Solamente asintió, cosa que mosqueó a Daiki ¿por qué no hablaba? Desde que se habían “presentado” no había escuchado su voz ni una sola vez.

Volvió a reinar el silencio en el vehículo, irritando a Arioka. No podía con el silencio, era superior a él. Cualquier tipo de silencio era incómodo para él, y este lo era mucho más. Pues no se conocían de nada.

- ¿Eres mudo? – volvió a asustar a su acompañante de nuevo, tal parecía que era muy asustadizo. O que no se fiaba de él, que también podía ser y además estaba en todo su derecho, cualquiera lo haría.

Escuchó una sonrisa por parte del menor y le miró girando rápidamente la cabeza, pero la volvió a la carretera. ¿De qué se reía? Él no se consideraba un chico divertido, más bien era un chico pasional.

- No. – por primera vez escuchó su voz. Le quedaba muy bien para el cuerpo que tenía. Era pequeño así que su voz sonaba algo dulce, pero a pesar de la estatura que tenía imponía bastante y eso lo contrastaba con lo ronca que se escuchaba con según qué palabras.

- Me alegro de oír eso. – contestó algo aliviado, vivir con un mudo sería completamente difícil para él. Si el silencio le resultaba incómodo… vivir con un mudo sería imposible para su persona, completamente imposible.

- ¿Y eso por qué? – su pregunta le sorprendió, pues creía que no hablarían más, ya que el chico le había parecido de pocas palabras. Ahora intuía que Yamada también estaba incómodo con los silencios que se formaban entre ellos. Cosa que le agradó, pues ya tenían algo en común.

- No puedo con los silencios. – contestó mirando fijamente la carretera, estaban por llegar a la calle de su casa. Tenía ganas de llegar, ya era algo tarde, más o menos sobre las nueve y media de la noche. Sin duda, había perdido mucho tiempo esperando a su repartidor.

- Hay algunos que son agradables. – contradijo risueño el menor. Daiki le miró de reojo, sus ojos iluminaban mientras miraba la carretera también. Achicó los ojos para examinarle y tratar de descifrar qué decían esos grandes ojos marrones.

- Para mí ninguno lo es. – defendió su postura. No encontraba nada de atractivo en un silencio, las palabras o los hechos eran mejor. Edificios como las bibliotecas o los hospitales procuraba no pisarlos por eso.

- Solamente hay que saber apreciarlos. – el otro también parecía en sus trece. Arioka sonrió divertido, la estancia del otro en su casa podría resultar interesante, ya que compartían varios rasgos de la personalidad. Cosa que les haría chocar.

Daiki, con su manía de interpretar mal las cosas, o darle doble sentido, y sus ganas de molestar a su inquilino, dijo:

- ¿Estás insinuando que soy tonto? – sonrió de medio lado al notar un pequeño salto por parte de su acompañante de la impresión. Yamada le miró alarmado, él no quería dar a entender eso.

- ¡No, no! ¡Por supuesto que no! – movió las manos de izquierda a derecha rápidamente, negando también con la cabeza. – Lo siento si di a entender eso. – bajó levemente la cabeza por la confusión que su comentario había hecho. Tendría que cuidar de ahora en adelante sus comentarios pues no quería que el otro malinterpretase, ya que le brindaría refugio durante un tiempo.

Ahora era Arioka el que reía, sorprendiendo al menor quien le miró con los ojos ligeramente abiertos. Daiki se sentía raro, era la primera vez desde hacía mucho tiempo que no reía de esa manera. Desde mucho antes de independizarse. Ese chico, Yamada, era muy interesante.

- ¿Qué es lo gracioso? – se atrevió a preguntar el más castaño de los dos. Daiki acabó la carcajada y le miró intensamente de reojo.

- Tú, Yamada. Tú eres lo gracioso. –volvió su vista al frente. – Eres muy interesante. – finalizó mientras detenía el coche delante de su casa. Se bajó y el menor le imitó algo aturdido por el comentario recién hecho por Arioka, no entendía a qué se refería.

Nada más posar la vista en la casa se sorprendió, era bastante grande así que Yamada supuso vivía con sus padres aún, cosa que le incomodó. Sabía que era una molestia para su acompañante, pero no lo quería ser para sus padres.

- Lo siento, estoy causando muchas molestias. – susurró con la mirada gacha, sentía un malestar profundo. No le gustaba ser una carga para nadie y mucho menos una molestia. Aunque estuviese solo se las arreglaría para salir adelante. – Tus padres se molestarán contigo, será mejor que me vaya. – siguió hablando bajo sorprendiendo al mayor que abrió los ojos, pero acto seguido comprendió el comportamiento del menor y sonrió.

- ¿Tengo pinta de vivir con mis padres? – preguntó sonriente y señalándose. Yamada subió la mirada al notar ese tono tan dulce en la voz del mayor. Se mordió el labio inferior tratando de tranquilizarse, hacía tiempo que no le hablaban de esa manera.

Daiki caminó y poco tiempo después escuchó los pasos del pequeño seguir, cosa que le hizo sonreír. Le sorprendió el comportamiento de su inquilino aún a pesar de que no tenía dónde quedarse prefería vivir en la calle a molestarle, era un comportamiento que no veía todos los días. Normalmente su mundo estaba lleno de segundas intenciones, nada de purezas ni buenos gestos.

Abrió la casa y le dejó pasar primero a Yamada, quien entró un poco temeroso. Se descalzó en la entrada a pesar de que aún las luces estaban sin prender, el mayor también hizo lo mismo encendiendo después las luces del pasillo principal, dando un poco de visión. Yamada miró a todos lados asombrados, era imposible que viviese solo en una casa como esa. Era propia de familias, seguramente tenía dos o tres habitaciones principales… y eso para una sola persona era mucho, además del gasto que la casa llevaba. Aunque… pensándolo bien, era normal que tuviese ese tipo de casa moviéndose por el ambiente que se movía.

- Como en tu propia. – invitó Arioka mientras subía el escalón y entraba en la primera puerta a la derecha. El menor algo tímido posó el primer pie en el escalón, se sentía un intruso… bueno, lo era.

Caminó por el pasillo mirando a todos lados, avanzó hasta que las escaleras le cortaron el paso. Supo que: Daiki había entrado en la cocina, que enfrente de la cocina estaba la sala de estar, que una puerta más allá de la sala había un pequeño baño sin ducha. Y eso era todo lo que componía el piso de abajo.

- Sube y date un baño. – interrumpió el dueño de la casa sus investigaciones de la casa. Se giró para mirarle asustado, no se esperaba que le hablase. Su mecanismo aún tenía metido el sistema de alerta cada vez que alguien le hablaba sin aviso. Daiki tomó esa reacción como normal. – Segunda puerta a la izquierda. – indicó para después volver a entrar en la cocina.

Yamada obedeció y subió al piso de arriba algo tímido aún. Por no decir que se sentía incómodo, estaba en una casa ajena y con varios lujos, sentía que eso no era para él. Llegó hasta la puerta indicada y entró sorprendiéndose de encontrar un gran baño, sin duda mucha casa para una sola persona. Pero eso solo haría la estancia más cómoda. Se desvistió mientras se llenaba la bañera y después entró dentro siendo rodeado por la tibieza del agua.

Todas las impurezas de su piel ya fueran rasguños, suciedad y algo de sangre seca, las limpió el agua sin dejar rastro. Pensó que tal vez con el agua se fuesen sus recuerdos, los cuales no quería volver a vivir ni pensar. Demasiado tormentosos para pensar en ellos, pero sabía que esa misma noche, mientras soñase, los recordaría. A pesar de que sólo hacía un par de días que los había dejado atrás.

Sintió varios toquecitos en la puerta, se asustó. Tenía que empezar a relajarse y acostumbrarse a vivir con otras personas. Pero sabía que sería algo complicado… y menos cuando había estado tanto tiempo temiendo que alguien se acercase a él. Se tranquilizó y contestó.

- Aquí te traigo la toalla y una muda nueva. – escuchó decir al otro lado de la puerta. Era la segunda vez que alguien se preocupaba de esa forma por él. Hacía mucho que nadie lo hacía, siempre había sido un objeto, creía que nadie se interesaría nunca por su bienestar. Pero no, ya había dos personas que se preocupaban. Aunque del castaño poco podía decir por ahora. – Voy a entrar. – avisó mientras giraba el picaporte.

Yamada se asustó y se levantó de golpe para evitar que eso sucediese, no podía dejar que viese su cuerpo. Se moriría de la vergüenza, tenía mucho que ocultar, fue tarde ya que el mayor ya estaba dentro y le miraba anonadado.

- Vaya, exhibicionista. Me gusta. – comentó divertido al ver el cuerpo del menor en su totalidad. No había nada oculto a sus ojos, bueno sí, sus pies, pero poco le importaba. Yamada comprendió lo dicho y se tapó sus partes nobles con las manos.

Daiki miraba con ojos hambrientos el cuerpo del otro, estaba bastante bien para la poca estatura que tenía. Por regla general, a él le gustaban altos o por lo menos más altos que él, solamente Chinen se escapaba a esa regla.

- Pero no te tapes hombre, estamos en confianza. – relajó el asunto el mayor, aunque claramente su intención era seguir viendo el cuerpo del menor. Pero la parte que más le interesaba estaba tapada y por eso lo había dicho. – Aquí te lo dejo. – lo dejó en el mármol del lavamanos y se giró en dirección a la puerta. Antes de cerrarla escuchó un leve gracias por parte de su inquilino.

Yamada seguía estático. ¿Por qué se había levantado? ¡Había quedado expuesto delante de su casero! Menuda vergüenza, ¿cómo le miraría a la cara de ahora en adelante? ¡Sería imposible! Bueno, por lo menos las cicatrices no las había visto ya que estaban en la espalda. Se sentó de nuevo y trató de volver a relajarse.

Salió del baño completamente limpio y relajado. La vergüenza de ver la cara del mayor era bastante, podía intuir que haría alguna broma respecto a lo que había pasado. Ya había descubierto varios rasgos de la personalidad del castaño. Bajó hasta la cocina, olía rico, tal parecía que era la cena. Sonrió, a él le encantaba cocinar, o por lo menos hacía bastantes meses lo hacía. Ahora, seguramente habría perdido la práctica.

- ¿Qué tal el baño? – la voz de Arioka le sorprendió cuando cruzó el umbral de la puerta. Él sonrió cálidamente al verle con un tierno delantal.

- Estuvo bien, gracias. – volvió a agradecer de nuevo. – Ahora te ves muy distinto. Ya no pareces tan fuerte y chulo como en el local. – habló a la vez que se sentaba en la mesa que había en el medio de la cocina.

- ¿A qué te refieres? – preguntó el mayor sin mirarle, tenía que cuidar la comida no se le fuera a quemar. Nunca había sido muy bueno en esto, pero se podía defender con algo. El vivir solo era lo que llevaba.

- Pues que con ese delantal de volantitos y ese quico en la cabeza… no sé… - comentó divertido mientras apoyaba el codo en la mesa y la barbilla en la mano. Mirando expectante la reacción que tuviese el mayor. Él tenía claro que Arioka aparentaba ser una persona que no era.

Daiki se sobresaltó. Era cierto. Él cuidaba la imagen que daba en el local, claramente esa imagen le gustaba, pero no era del todo real. Tampoco era la que aparentaba delante de Takaki, pues cuando estaba con él se hacía más dócil y bueno para que no sospechase nada. Solamente se relajaba cuando estaba solo en casa o con Inoo. Ni con sus padres era la persona que aparentaba.

- Bueno, eso es porque en el local hay que dar una imagen propia de un sitio como ese. – contestó sinceramente. No entendía por qué le contaba esas cosas al inquilino, tal vez sería porque no se conocían de nada.

- ¿Y cuál es el de verdad? – volvió a indagar el menor en la misma postura, aguantando la sonrisa divertida que siempre estaba en su rostro. Arioka se giró y dejó en la mesa los platillos que había preparado.

- El de verdad es un conjunto de ellos, o quien sabe… tal vez no sea ninguno y sea aún peor. – le miró con una sonrisa de lado y le guiñó un ojo coqueto. No tenía ninguna intención de ligar con el pequeño pero después de lo visto en el baño… la cosa cambiaba.

- Ooh… - exclamó sorprendido el menor siguiéndole el juego. – Estaría bien conocer al verdadero. – continuó mientras quitaba el codo de la mesa y observaba la comida que el mayor había preparado. Se sorprendió, era una variedad de comida, no era muy elaborada pero estaba bastante bien.

- Solo los privilegiados o los inteligentes lo consiguen. ¿Crees que eres uno de ellos? – contestó con el mismo tono a la vez que se sentaba a la mesa con el delantal ya quitado, pero con la coletita aún presente en su cabeza. Yamada miró fijamente los ojos del otro cohibiéndole.

- Me considero bastante inteligente. – sonrió de medio lado como acostumbraba el mayor y probó bocado. Abrió los ojos sorprendido, la comida estaba buena, ¿cuánto hacía que no probaba algo así? Mucho, muchísimo tiempo.

Cenaron en silencio, siendo incómodo para el mayor como siempre acostumbraba. Que nunca le gustarían los silencios era algo seguro. Para no seguir en esa incomodidad comenzó a hablar con el menor.

- Esto es lo que vamos a hacer. – hizo una pausa mientras tragaba. Yamada le miró. – De puertas para fuera somos primos. – el menor comprendió, tenían que idear una tapadera para los vecinos. – Y ya que vamos a ser familiares, digo yo que tendremos que conocernos. Por lo menos lo básico. – cogió una porción de arroz con los palillos y la llevó a la boca.

- Está bien. – aprobó Yamada para después darle un sorbo al té. – Me llamo Yamada Ryosuke y tengo 20 años. – no dijo más. Tenía pensando hablar de su familia, contar que tenía dos hermanas… pero no era un tema que quisiese tocar.

- Arioka Daiki, 22 años. – respondió sorprendiendo al inquilino que abrió los ojos y tragó con dificultad. Arioka miró aburrido esa expresión, siempre era lo mismo.

- ¿Eres mayor que yo? – preguntó completamente asombrado llegando a molestar al mayor que intentaba comer tranquilo. A Ryosuke no le cabía en la cabeza que ese chico fuese mayor que él.

- Por supuesto que soy mayor. ¿Cómo voy a vivir solo o conducir si no soy mayor que tú? – habló con algo de irritación en la voz. El más castaño comprendió que el tema de la altura era tabú para el otro. Sonrió divertido, él también tenía complejo de altura.

- Lo siento si te he ofendido. – hizo una pausa en la que llenó de comida la boca y prosiguió. – A mí me pasa lo mismo. Aunque tengo las facciones de mi edad, normalmente no lo aparento. – sonrió ampliamente tratando de calmar los ánimos del mayor.

- Es que eres muy bajo. – espetó sin tacto. Ryosuke abrió los ojos algo ofendido, ¿cómo se atrevía a decirle eso él? ¡Precisamente él! Y mira que se había disculpado y le había contado lo que le pasaba y aún así se metía con él. Vio una pequeña sonrisa del mayor, sin duda le gustaba meterse con la gente.

-¡Mira quién habla, chibi! – insultó el menor exaltado. No estaba del todo enfadado, simplemente ofendido. Y más se molestó cuando vio que la sonrisa del dueño de la casa se ensanchaba, seguramente lo había dicho con el propósito de hacerle enfadar.

- Pero si eres más bajo que yo. – él seguía hablando tranquilo mientras comía. Esa parsimonia que tenía el mayor irritaba a Ryosuke que seguía con el enfado. Además de la incredulidad al escuchar las últimas palabras dichas por el otro.

- ¡¿Qué?! – preguntó incrédulo. – ¡Pero si somos de la misma estatura! – exclamó elevando un poco el tono de voz, no demasiado, ya que no estaba enfadado. El asombro era mucho como para molestarse.

- Yo soy más alto. – obvió Daiki mientras seguía comiendo sin ni siquiera mirar al joven que abría los ojos desmesuradamente de la sorpresa. No podía creer lo que estaba escuchando, el mayor tenía mucha autoestima por lo que se veía.

- ¡Comprobémoslo! – se levantó de golpe y se puso a un lado de la mesa. Arioka sonrió divertido, Ryosuke era muy interesante, demasiado. También se levantó y se posicionó delante de él.

Se puso muy cerca, quedando ambos rostros muy cerca el uno del otro. Daiki miraba absorto los grandes ojos de su inquilino, sorprendido por lo expresivos que eran. Mientras Yamada colocaba una mano en su frente (al estilo militar) y acercó a Arioka hacia ella. Con el propósito de juntar la frente del mayor con su mano para saber si era mucha la diferencia de altura. El mayor se sorprendió por la proximidad del menor, podía sentir el aliento del castaño en su rostro, sus narices se rozaban, estaban muy cerca. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sorprendiéndole, pareciese que había corrido una maratón. Tragó saliva, estaba nervioso miró al pequeño para ver si se daba cuenta pero estaba entretenido comprobando las alturas. “¿Qué pasa si ahora lo beso? ¿Qué reacción tendría?” se preguntaba mentalmente Daiki. Miró los carnosos labios del menor, brillaban pidiendo atención y él gustoso se la daría. Pero empezaron a moverse sacándole de sus pensamientos.

- ¡Ves! ¡Somos de la misma altura! – dijo triunfal el menor que comprobó como las frentes quedaban a la misma altura, que la mano coincidía perfectamente. – No sé qué es peor, que yo sea bajo o que tú a tú edad seas de mi misma estatura. – posó sus manos en su cadera y le sonrió de lado. Había ganado la batalla.

Daiki se separó sorprendido por lo que acababa de ocurrir. El menor ni cuenta se había dado cuenta de lo cerca que estaban, de lo cerca que había estado de ser besado por él. ¿Tan inocente e ingenuo era? ¿No sabía que si hacía eso podía haber consecuencias? ¿Tan despistado podía ser? Soltó una pequeña sonrisa, no, el problema no lo tenía su inquilino. ¡Era él que era un salido!

- ¿Ahora de qué te ríes? – preguntó desorbitado el menor. No llegaba a comprender del todo el comportamiento de su casero y seguramente nunca lo haría.

- Nada, nada. – respondió mientras se sentaba la mesa de nuevo. Aún tenía hambre y quedaba mucha cena. – Anda siéntate y dejémonos de tonterías. – Yamada obedeció a lo primero pero sonrió con el segundo comentario.

- Lo dices porque somos de la misma altura. – siguió con el tema haciendo sonreír al mayor. Ryosuke se sentía triunfal, por una vez, no era él que quedaba mal ante Daiki. El mayor no hizo ningún comentario y siguió cenando.

El menor le imitó terminando la velada en tranquilidad, tanta que pocas palabras habían intercambiado entre ellos. El más castaño se encargó de recoger la mesa y lavar los platos, era lo menos que podía hacer puesto que Daiki había hecho la cena.

Cuando acabó se dirigió a la sala con la esperanza de encontrar al mayor allí y ver juntos la tele, compartir tiempo con su casero era muy agradable, bastante, aunque siempre terminaba metiéndose con él o haciéndole enfadar. Aún así, lo pasaba bien cuando conversaba con él.

Pero no fue así, encontró el salón vacío, seguramente el mayor se encontraba durmiendo. No sabía qué hacer, no estaba convencido de ver la televisión porque no quería molestar, así que optó por irse a dormir él también. Había sido un día muy largo, subió y se acostó.



El día amanecía tranquilo pero frío, ya se acumulaba el frescor y la humedad por todos lados, el otoño había llegado fuerte. Daiki se estiró contento, hoy iría a ver a Yuya, tenía muchas ganas de verle. Aunque también estaba impaciente por recibir algún mensaje de sus acompañantes. Sabía que por lo menos Yuto le mandaría un mensaje hoy, mucha era su necesidad por lo que había comprobado ayer cuando se vieron. Se levantó y bajó al primer piso. Iría temprano a casa de Takaki y pasaría ahí bastante tiempo.

Se sorprendió cuando olfateó un dulce olor que le llenó los pulmones. Olía muy rico, tanto que podía llenar su estómago. Se acercó olfateando hasta la puerta de la cocina que era de dónde procedía el aroma. Encontró al menor cocinando, cosa que le asombró. Se movía rápidamente y con soltura, parecía que se le daba bastante bien.

- ¿Qué haces? – preguntó consiguiendo que el menor diese un brinco por la inesperada voz, cosa que causó gracia al dueño de la casa. Ryosuke se giró sorprendido y acto seguido sonrió. Desde ayer por la noche había planeado hacer el desayuno.

- El desayuno. – volvió su vista a la sartén mientras la movía para que la tortita no se pegase. Arioka se acercó rápidamente para comprobar qué era lo que estaba cocinando. Sorprendiéndose de encontrar tortitas caseras, no precocinadas como las hacía él.

- Había precocinadas en la nevera. – dijo detrás de él, mirando por encima del hombro del pequeño quien sentía el aliento en su cuello, cosa que le ponía sumamente nervioso. Además de que sentía el calor que emitía el cuerpo del castaño detrás de él, en su espalda.

- Ya, pero me salen mejor estas. – contestó mientras la sacaba y la depositaba en uno de los platos. Daiki seguía atentamente lo que el menor hacía, estaba anonadado, ese chico tenía habilidad en la cocina.

- Parece que se te da bien. – alagó cuando vio uno de los platos. Estaba perfectamente decorado y las tortitas tenían muy buena pinta, tanta que le abría el apetito de solo mirarlas, por no hablar del delicioso aroma.

- Me encanta cocinar. – expresó sincero. Le encantaba cocinar, siempre había cocinado en su casa, su madre siempre había estado enferma y su hermana mayor era la que se encargaba de trabajar. Así que él se ocupaba de las tareas domésticas y de su hermana pequeña.

- Esperemos que sepa bien. – trató de molestar al pequeño mientras posaba uno de los platos, el que estaba al completo, y lo depositaba en la mesa. Él se encargaría de poner la mesa, no lo haría todo el menor.

- Por supuesto. Son muchos años cocinando. – sonrió divertido, un día en esa casa y ya se estaba acostumbrando a los comentarios de Daiki. Sacó la tortita de la sartén y la colocó en el otro y único plato que quedaba en la encimera. Apagó el fuego y cogió el plato para dirigirse a la mesa que ya tenía todo lo necesario para empezar a comer. Se sentó y comenzaron a comer.

Hubo algunos silencios, pero pocos hablaron tranquilamente. Con algún comentario ofensivo del mayor para molestar al inquilino, cosa que consiguió en pocas ocasiones. Yamada acabó de comer y recogió la mesa.

- No tienes por qué hacerlo todo. – interrumpió al menor que se disponía a lavar los platos. Arioka se sentía un inútil, no había hecho prácticamente nada desde que se había levantado y normalmente estaba acostumbrado a hacerlo todo puesto que vivía solo.

- Es una forma de agradecer. – respondió y continuó con la labor a regañadientes del mayor que me miraba algo molesto desde la mesa que ya estaba completamente limpia. Decidió hacer un poco de té para tomar después. Se levantó y empezó a prepararlo todo mientras el otro acababa de fregar.

Cuando acabaron los dos se sentaron de nuevo en la mesa a tomar el té tranquilamente. No había prisa, o por lo menos Daiki no la tenía, pues aún era temprano para ir a visitar a Takaki.

- ¿Te parece bien que yo me encargue de cocinar a partir de ahora? – preguntó interrumpiendo los pensamientos de Daiki que ya imaginaba el rato que iba a pasar con Yuya.

- ¿Por qué tendrías que hacerlo? Yo sé cocinar también. – se mostró contrariado. Aunque pensándolo mejor y sabiendo cómo era la personalidad que hasta ahora había mostrado el menor, seguramente se sentía incómodo por estar molestándole y eso era una forma de sentirse mejor.

- Simplemente quiero agradecerte. Más adelante buscaré un trabajo a tiempo parcial y pagaré mi parte de la casa. – dio un sorbo al té sorprendiendo al dueño de la casa con esas palabras.

- ¿Cuánto tiempo planeas quedarte aquí? – espetó haciendo que Yamada tragase fuertemente el caliente té. Miró al emisor de esas palabras y buscó en su mirada reproche, pero encontró simple curiosidad.

- No lo sé, Inoo-san lo decidirá. – respondió sin más. Él tampoco sabía más, simplemente que tenía que quedarse en esa casa como se lo había encomendado Inoo. Lo demás, lo tenía todo pensando el moreno.

- ¿Por qué lo tiene que decidir él? – volvió a preguntar incomodando al menor que no quería hablar de este tema. Seguir hablando de esto requería contarle lo sucedido antes de conocerse y prácticamente toda su vida, y no quería decírselo. Se merecía saberlo, pero no quería contarlo.

- Él es mi jefe. – solamente eso contestó levantándose sin ni siquiera acabar la taza de té. Arioka miró confuso por donde se había ido su inquilino. Quería saber cuál era la relación que tenían su repartidor y Yamada, pero el menor no quería contárselo. Tal parecía que tendría que recurrir a Kei.

Yamada subió a su habitación y se encerró. Ahora mismo muchos recuerdos estaba volviendo a su mente: su madre, su hermana mayor, la pequeña…. La vida en conjunto, cuando eran felices sin ninguna preocupación. Y también el recuerdo de su padre… ese padre que no había visto en su vida pero que a causa de él se encontraba en esta situación.

Daiki no sabía qué hacer. Quería ir a disculparse, era la primera vez que se sentía mal por un comentario que había hecho. Había hurgado donde nadie le llamaba y había incomodado a Ryosuke. La expresión que había puesto cuando se marchaba era de total tristeza, de odio… una mezcla destructiva.

Recogió las tazas y la tetera y las limpió. Era hora de ir a casa de Takaki pero no quería irse así. Tenía que arreglar las cosas con Yamada, era el segundo día y el ambiente ya estaba algo tenso entre ellos dos. Subió las escaleras y se dirigió al cuarto del menor, tocó tres veces como acostumbraba. No recibió respuesta, cosa que le asustó, había hurgado demasiado.

- Oye. – si el menor no quería verle por lo menos se disculparía aunque no fuese a la cara. Más tarde, si hacía falta, se volvería a disculpar aunque fuese en contra de su orgullo. Pero tenía que volver la situación a su causa, a él le gustaba controlar la situación y si para ello tenía que disculparse dos veces lo haría.

Nuevamente no obtuvo respuesta.

- Lo siento. – dijo mirando la puerta decidido y con un tono de pena que seguramente haría que el otro le perdonase. Sabía cómo actuar en estos casos para que las cosas saliesen como él quería. – No quería hacer esas preguntas, comprendo, no eran de mi incumbencia. No volveré a preguntar. – finalizó. Esperaba que con eso el menor se diese por satisfecho.

Dentro, Ryosuke no sabía qué hacer. No se había ido de la cocina por que le hubiese sentado mal las preguntas de Daiki, es más, las comprendía. Era natural tener curiosidad por la persona que se está hospedando en tu casa. Pero ahora, lo tenía al otro lado de la puerta disculpándose. Sabiendo lo poco que sabía del mayor, si le decía que no estaba enfadado o que era un malentendido se ofendería y se avergonzaría, pues parecía tener mucho orgullo. Lo mejor era fingir que le perdonaba, aunque no estuviese molesto. Sonrió divertido, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, pero antes de abrir la voz del dueño de la casa le interrumpió.

- ¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta? Así conoces esta parte de la ciudad y puedes salir solo. – Daiki recurría a su última esperanza para hacerle salir de allí y que le perdonase. Ya que el primer plan no había salido como él había pensado (cosa que le sorprendió) recurriría a sacarle de la habitación.

Sonrió de medio lado al ver que la puerta se abría despacio, como con timidez. El menor estaba algo sonrojado por el malentendido pero la proposición del mayor era tentadora, así que la aceptaría.

- Está bien. – aceptó y le sonrió contento. Sus dotes actorales toda la vida habían sido buenas, tuvo que fingir muchas veces en su corta vida. Ya sea en el instituto, a su madre, a su hermana pequeña… a ella sin duda era a la que más había mentido. Dulces y pequeñas mentiras para que no se preocupase del estado de su madre.

- Vale, ahora te traigo algo de ropa y nos vamos. – sonrió radiantemente Arioka. Como hacía de pequeño. Sonrisa que sorprendió al menor, era muy expresiva, cambiaba por completo el rostro del mayor, le hacía más amable y te daban ganas de sonreír a ti también.

Daiki se giró en dirección a su habitación para coger algo de ropa al menor, le quedaba algo apretaba pero se la dejaría. Y hoy aprovecharía para comprarle algo de ropa que sin duda le haría falta, así como útiles para la casa; como el cepillo de dientes, pasta, champú… y demás que eran vitales para la convivencia.

Cuando llegó a su dormitorio la melodía de su móvil le sorprendió. Rápidamente corrió para cogerlo, aunque no sabía por qué corría si solamente era un mensaje. Abrió y se sorprendió al ver que era de Takaki, normalmente no solía mandarle mensajes, solían quedar siempre a la misma hora y si no, le llamaba. Leyó atentamente.

“¿Dónde estás? Llegas tarde.”

Esa actitud controladora que tenía el mayor le desquiciaba, él también era así, poco podía quejarse. Pero él era controlador de otra forma, no dejaba que los demás lo supiesen, simplemente controlaba la situación y analizaba.

Miró la hora arriba en la pantalla y en efecto, Takaki tenía toda la razón para mandarle un mensaje. Pasaban de las doce. ¿Cuánto tiempo había perdido en el desayuno? No se había levantado tan tarde. Normalmente quedaba con el chico rico a las once y ya llegaba más de una hora tarde. ¿Qué haría? Él tenía ganas de ver a Takaki, pero no quería dejar a Yamada plantado y menos ahora que había hecho que le perdonase.

- Arioka-san, ¿qué pasa? – preguntó el inquilino sorprendiendo al mayor que se giró a la vez que escondía el teléfono detrás de él.

- ¿Eh? – contestó con una pregunta, no sabía a qué se refería el menor con que le pasaba algo. Saber el menor no sabía nada de que llegaba tarde a un compromiso. Apretó el teléfono a la vez que tragaba fuertemente. ¿Por qué estaba tan nervioso? En primer lugar, ¿por qué había ocultado el teléfono?

- Es que estabas tardando demasiado y me preocupé. – se sonrojó levemente mientras desviaba la mirada. Estaba apenado porque se había preocupado por nada, además, decírselo a la propia persona era algo vergonzoso.

- Ah, no es nada. – se giró y guardó el teléfono en el primer cajón del escritorio. Se dirigió al armario y sacó lo que creía que le quedaría bien al menor. Se lo entregó y le sonrió. – Aquí tienes. – ensanchó la sonrisa a la vez que el menor cogía la ropa.

Cuando Ryosuke salió de la habitación se relajó. No entendía su comportamiento, bueno, seguramente que si el menor leía el mensaje se sentiría mal por haber hecho que sus planes fuesen cambiados. Sí, lo hacía para no preocupar al menor o eso pensaba él. Corrió hacia el baño para ducharse y cambiarse, ya habían perdido bastante tiempo, olvidándose completamente de contestar el mensaje.



- ¿Qué sitio quieres conocer antes? – interrumpió Daiki el silencio que se había formado en el coche. Como siempre, le incomodaban demasiado como para aguantar dentro de un silencio. Yamada miró a través del cristal de su ventana pensativo, no sabía qué contestar, no había pensado en ello.

- Algún supermercado. – dijo sorprendiendo al mayor por su propuesta. Le miró de reojo dubitativo. ¿Qué quería encontrar dentro de un supermercado? Él creía que diría alguna tienda de ropa o un centro comercial.

- ¿A un supermercado? – repitió las palabras del menor que sonrió cálidamente.

- Quiero saber cuál es el sitio más cercano para comprar comida. – Arioka ahora comprendió. Parecía que iba en serio en lo de hacer las comidas. Sonrió tiernamente, poco a poco iba comprendiendo un poco de la personalidad del menor.

- Ya te dije que no tienes por qué hacerlo. – reprochó levemente aunque divertido. Yamada sonrió también, en el tono de voz parecía que no estaba molesto para nada.

- Quiero hacerlo. – sentenció dando por finalizada la conversación.



Llegaron rápidamente a un supermercado cercano. Eso le vino bien a Daiki que tenía pensado comprarle los útiles al menor. Se bajaron y caminaron por el parking exterior para llegar a la entrada. Yamada miraba fijamente cada sitio, como intentando recordar cada pequeño detalle.

- Otro día vendremos andando para que te sepas el camino. Hoy es solamente para visitar. – explicó el mayor al ver la mirada examinante de Yamada, cosa que le causó gracia. Su comentario hizo aliviar al menor que suspiró tranquilo.

- Además, aprovecharemos y compraremos cosas para ti. – eso dejó perplejo al castaño que detuvo su andar. Miró la pequeña espalda del mayor que avanzaba hacia la entrada. Corrió y le alcanzó.

- ¿Para qué? No hace falta. – preguntó. No quería ser una molestia, bastante estaba haciendo Arioka dejándole estar en su casa como para que también le comprase cosas. Él tenía algo de orgullo y ahora mismo le estaba saliendo a flote.

- ¿Qué no hace falta? – soltó con tono irónico a la vez que le miraba de reojo. – ¿Es que no te piensas lavar los dientes todo el tiempo que estés en mi casa? ¿No te piensas peinar? ¿O usar una esponja? – hizo una pausa en la que Yamada miró al suelo algo incómodo, tenía razón. – Lo siento, pero yo cosas como el cepillo o la esponja no se lo dejo a nadie. – finalizó creyendo que así el menor desistiría en la idea de hacerle cambiar los planes.

- Te lo devolveré. – prometió el menor algo apenado porque otra vez estaba haciendo que el mayor se gastase dinero en él. Tenía pensado cocinar todos los días para así aliviar la carga, pero no iba a ser tan fácil.



Salieron cuando lo compraron todo, incluyendo comida para la nevera que según Yamada “era digna de un soltero”. Ambos llevaban bolsas y sonreían contentos y ajenos. Justo en frente del supermercado había una cafetería donde estaba alguien que conocía al mayor de los dos. Esa persona cogió el teléfono y marcó un número que se sabía casi de memoria. Esperó a que la otra persona contestase y habló.

- No te vas a creer a quién tengo delante de mí en una romántica cita, Takaki. – sentenció esa persona con una sonrisa macabra en el rostro mientras escuchaba una interrogante por la otra línea.



*Fin de la segunda parte.*


¿Vosotras también habéis sentido que ha perdido chicha la historia? Aunque creo que en la tercera parte lo he arreglado, esta segunda no me convence del todo. Además de lo larga que es... y eso que es Ariyama y no paro de quejarme... Creo que aquí solamente quería explicar como sería la convivencia o los primeros días juntos.
¿Qué opináis? ¿Crees que lo he dejado tan mal? Agradecería vuestra opinión ^^

La tercera parte la publicaré cuando haya acabado las dos partes que la conforman. Las publicaré las dos (partes) a la vez, para que no supla tanto.

¡Mimi-chan desta~!  

martes, 1 de octubre de 2013

[Threeshot] Bounce.

Dos puntos que tengo que explicar:

Punto 1: La historia es conjunta. La hemos desarrollado entre Mabel y yo, aunque solamente yo la voy a escribir. La idea surgió hablando por facebook, las dos estábamos faltas de inspiración y entre ambas se nos ocurrió esta historia. Por no decir que ella hiló todas las palabras al azar que dijimos y yo escribo. También a ella se le ocurrieron las parejas. Así los créditos es de las dos. (<-- seguramente ella no opinará lo mismo xD ¡Pero sí! ¡También es tuya esta historia! ^^) 







Título: Bounce.
Pareja: Takadai, Ariyama.
Extensión: Threeshot.
Género: Lemmon y alguno más que no sé.
Autora/s:  Mabel (historia, parejas...) Mimi (escritura)


[Threeshot] Bounce.

¡Buenas! He estado algo desaparecida estos días por todos lados, he intentado comentar en lo que he podido, pero no os preocupéis que traigo una nueva historia! >.< Ha tenido que ser twoshot porque me estaba quedando muy larga, sin ir más lejos, la primera parte es de 8 hojas del word. Y la segunda no sé cuánto me llevará, pero ya la tengo avanzada ^^
Dos puntos que tengo que explicar:

Punto 1: La historia es conjunta. La hemos desarrollado entre Mabel y yo, aunque solamente yo la voy a escribir. La idea surgió hablando por facebook, las dos estábamos faltas de inspiración y entre ambas se nos ocurrió esta historia. Por no decir que ella hiló todas las palabras al azar que dijimos y yo escribo. También a ella se le ocurrieron las parejas. Así los créditos es de las dos. (<-- seguramente ella no opinará lo mismo xD ¡Pero sí! ¡También es tuya esta historia! ^^) 

Punto 2: El título de la canción. La verdad es que en el word no tenía título, simplemente había puesto "Takadai" porque no se me ocurría ningún buen título. Y un día mientras avanzaba  la historia estaba escuchando JUMP (<-- como nunca [ironía]) y se puso de la Bounce. Y como Bounce significa "brincar, rebotar..." pues creo que le queda como anillo al dedo xD (<-- cuando empecéis a leer veréis por qué xD)


Ahora sí, a disfrutar! ^^




Título: Bounce.
Pareja: Takadai, Ariyama.
Extensión: Threeshot
Género: Lemmon y alguno más que no sé.
Nota: Mabel, espero que te haya gustado como ha quedado esta primera parte! ^^. ¡Aviso! El lemmon ha quedado algo chof, así que no esperéis gran cosa... u_u aún no se me da bien... TT^TT
Autora/s:  Mabel (historia, parejas...) Mimi (escritura)




*Primera parte.*





El ritmo de las envestidas de su acompañante azotaba fuertemente su cuerpo, creando ese sonido lascivo de ambas caderas chochando. Los gemidos eran sonoros, llegando al punto de escandalosos. Ambos cuerpos friccionaban dándose todo el placer que sentían. El cuerpo pequeño, tumbado en la cama mirando a su acompañante, casi gritaba de placer. El castaño era un experto en lo que a sexo refería, un completo semental. Con los que solamente eres compatible en la cama, que fuera de ella no era lo mismo, no había los mismos sentimientos. Tanta era la compatibilidad en la cama que al menor ni falta le hacía tocar su miembro cuando el otro envestía, podía llegar al éxtasis sin ello.

El choque de cuerpos acabó cuando ambos llegaron al orgasmo. El mayor se dejó caer encima del pequeño, quien sonrió completamente extasiado, le encantaba estas sesiones. Se mordió el labio mientras regulaba la respiración.

- Dios, Takaki, cada vez mejor. – elogió el bajo mientras le revolvía el cabello castaño a su compañero, quien sonrió contento por el alago del otro. No era normal que el pequeño le dijese algo como eso. Normalmente Arioka se levantaba, vestía y marchaba.

- ¿Verdad? – afirmó mientras se quitaba de encima del menor y se posicionaba a un lado de él. Daiki se levantó y cogió su ropa interior que estaba en el suelo. Se la puso y se dirigió al baño, necesitaba una ducha su cuerpo estaba todo pegajoso del “esfuerzo”.

- ¿Te vas? – escuchó la voz algo dolida del mayor, no era raro que Takaki quisiese pasar más tiempo con él. Después de todo, eran novios. O así lo había decidido el mayor. Arioka se giró y le sonrió como él solo sabía, esa sonrisa que conseguía cualquier cosa.

- Solamente me voy a duchar. – Yuya suspiró aliviado al oír aquello. Eso quería decir que podría tener un poco más de tiempo al menor. Le encantaba pasar tiempo con él, pues estaba enamorado de él desde hacía varios años.

Siempre habían sido muy buenos amigos, desde la infancia. Nunca se habían separado, la mayoría de los recuerdos que tenía eran con el menor y su incansable, y siempre presente, sonrisa. La sonrisa más maravillosa del mundo, que últimamente se estaba apagado por algo que él desconocía. Tenía que reconocer que era muy obsesivo con el menor, le encantaba saber dónde estaba siempre, qué hacía, con quién estaba… también era un controlador. Pero solamente lo era con Daiki, no sabía la razón, pero se creía dueño de ese cuerpecito tan apetecible. Y así era, varias veces Arioka se lo había dicho, que solamente él era el poseedor de ese cuerpo.

Poco tiempo después el pequeño salió de la ducha secándose el pelo, ya estaba vestido, cosa que lamentó Takaki, pues quería ver el cuerpo del menor. Acabó de secarse el pelo y dejó la toalla húmeda encima de la cama, cogió su chaqueta que estaba encima del sillón de la habitación y se dispuso a marchar. Yuya se alarmó cuando se dio cuenta de eso.

- ¿A dónde vas? – preguntó demandante el castaño. Daiki se giró y le miró con cara de aburrimiento, siempre era lo mismo. Takaki quería saber qué hacía las 24 horas del día, se estaba empezando a cansar. No entendía ese afán de controlarle, bueno, sí que lo entendía, lo entendía perfectamente.

- Me voy. – se limitó a contestar, no tenía por qué darle explicaciones de todo lo que hacía. ¿Qué más le daba a Yuya donde fuese? Era esa faceta controladora la que odiaba del mayor, pobrecito, si supiese la mitad de lo que hacía… se volvería loco. Sonrió arrogante ante ese pensamiento.

- Te he preguntado que a dónde vas. – su tono se volvió más severo. ¿Es que Daiki no comprendía su necesidad de pasar más tiempo con él? ¿El menor no quería compartir tiempo con él? Solamente se veían cuando el menor tenía ganas de sexo y si tenía algo de suerte, para tomar algo. Se estaba hartando.

Se formó un tenso silencio, Arioka se mordía las ganas de contestarle borde o algún que otro insulto. No quería ningún tipo de conflicto y menos si éste rompía la relación que tenían. Aunque eso era imposible, había jugado muy bien las cartas como para que Takaki quisiese romper con él. Solamente romperían en el momento en que él lo decidiese y así sería.

- Contesta. – ordenó el castaño mirándole intensamente, su urgencia por saberlo le hacía comportarse de esa manera desconocida. Además, que el menor le ocultase su destino le hacía ponerse celoso e imaginar respuestas que le sacaban de quicio.

- Iré a cenar, ¿has visto la hora que es? – mentira, no quería decirle a dónde iba realmente y no se podía enterar nunca. Solamente esa escusa se le había ocurrido y era poco creíble, pero sabía a ciencia cierta que Yuya se lo creería, era algo ingenuo (así lo había hecho él) como para contradecirle.

- Así que era eso. – el castaño suspiró mientras se relajaba en la cama, por un momento había pensando varias barbaridades. – Podías haberlo dicho antes. – sonrió despreocupado.

Daiki sonrió de lado al ver que sus suposiciones eran ciertas, Takaki nunca le pondría en duda. Se acercó hasta la cama, gateó para quedar en frente de la sonriente cara del mayor y le besó ardientemente. Le calentaba saber el poder que ejercía entre el castaño. El otro correspondió de igual manera y ambos iniciaron una danza de lenguas que les subía la temperatura. Cuando acabó el beso Daiki mordió el carnoso labio inferior del castaño en un incitante juego.

- Me encanta cuando te pones así. – susurró cuando soltó el labio ajeno. Takaki suspiró caliente, le ponía esa faceta ardiente que tenía el menor, sabía encenderlo con solamente un movimiento.

El menor se levantó de la cama y salió sin más de la habitación, sin despedidas ni palabras de amor. Cosa de la que el mayor ni cuenta se dio por andar embobado por el beso anterior, beso que le había sabido a poco.



Arioka conducía rápidamente hacia su casa, tenía que cambiarse, su atuendo actual no era el apropiado para el sitio al que quería ir. Ya tenía la ropa elegida y una sonrisa adornaba su rostro, tenía unas ganas increíbles de llegar. A cada metro que daba la impaciencia le aumentaba, su cuerpo ya reclamaba, ya necesitaba de ello. Podía nombrar sin titubear a las personas que allí se encontraría, seguramente todo el “círculo” estaría, además de la banda y los que repartían “felicidad”. Aunque él solamente quería ver a uno de los repartidores, el mejor en su oficio sin duda, daba la mejor.

Aparcó delante de su casa, era una casa modesta, vivía solo, hacía tiempo que se había independizado. Había tenido que currárselo, pues sus padres no se lo había puesto nada fácil. Tal vez por eso había acabado así. Él no tenía la suerte que tenía Takaki, él no había nacido en el seno de una familia adinerada y tampoco tenía una cuenta corriente con un saldo de nueve dígitos, pero se las había arreglado para salir adelante y vivir acomodadamente. Seguramente él era de las pocas personas que se alegraban de estar donde estaba.

Se cambió rápidamente las ganas de llegar eran muchas. Se puso lo que había pensado; unos pantalones ajustados y oscuros, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negra. Era el atuendo que la mayoría de allí llevaba y él no iba a ser menos. Se sonrió cuando aprobó la imagen que le devolvía el espejo y salió tarareando de casa.



Arrancó el coche rápidamente en dirección a la periferia de la cuidad, en dirección opuesta a la casa de Yuya. Daba golpecitos en el volante mientras seguía tarareando, le quedaba un tramo hasta llegar a los suburbios.

Llegó rápidamente al local se bajó del coche y sonriente se acercó a la puerta, donde el portero simplemente le sonrió cosa que él devolvió con un guiño. Le encantaba la sensación de poder que ejercía sobre las personas, siempre conseguía lo que se proponía, da igual el método, siempre acababa consiguiéndolo. Así se había hecho reconocer en ese ambiente, todo el mundo le conocía y sabían que contra él no podían hacer nada. No en el sentido de peleas, solamente que cualquiera que estuviera en su contra acabaría arrepintiéndose. Él podía no ser bueno en las peleas, pero podía hacer que la mayoría de la gente se pegase por él. Sí, era un pensamiento presuntuoso pero completamente cierto.

Entró y sonriente saludó a cada persona que se le pasaba por delante. Conocía a toda la gente que ahí estaba. Su sonrisa de medio lado le hacía resaltar entre la gente. Rodó la mirada por el lugar; estaba oscuro, la música alta, únicamente alumbraba la luz de neón resaltando los colores. El olor a tabaco y alcohol se mezclaba, creando un aroma exquisito para su nariz, por no hablar del desagradable olor a sudor de la gente aglomerada.

Buscaba desesperadamente a su repartidor favorito. No lo halló por ningún lugar, cosa que le irritó, creía que estaría ahí como siempre a esa hora, pero nada. Seguramente estaba liado con algún pedido. Se encaminó al fondo y se sentó en los sillones observando el lugar, no tardaría en llegar alguien para iniciarle conversación y así fue.

- Dai-chan. – habló alguien a un lado de él. El nombrado giró la cara mirando al chico, sonrió al ver que era uno de sus mejores amantes.

- Yuto, hacía tiempo que no te veía. – se mordió el labio mirándole lascivamente. Esa frase tenía un significado oculto, cosa que el moreno captó de inmediato, mucho tiempo tratando con Arioka como para no identificar sus mensajes subliminales. El cuál decía “hace tiempo que no lo hacemos.”

- Ya, he estado liado. – sin pudor alguno se sentó en el sillón sin que el otro le invitase, pero al mayor ni le importó. Se conocían muy bien como para andarse con protocolos de confianza.

- ¿Y eso? – preguntó interesado mientras giraba el cuerpo en dirección al moreno para ponerle el máximo de atención a la conversación, tal vez quedasen más tarde. Ese chico de aspecto inocente era un completo salvaje en la cama, como le gustaban a él. Tenía el puesto tres en la “clasificación de los mejores” que había elaborado él.

- Nada, mi padre que está empeñado en que trabaje en su tienda. – suspiró cansado dejándose caer en el gastado sillón. El lugar no era muy lujoso que se dijese pero para lo que era, estaba bien.

- Supongo que estarás cansado. – runruneó Daiki mientras se aproximaba a él mordiéndose el labio. Le acarició el suave y fino pelo mientras se acercaba insinuado su cara.

Le besó necesitado, aunque apenas unas dos horas que había mantenido sexo, necesitaba probar el largo cuerpo de Nakajima. El menor correspondió de igual manera, o incluso más. Pues él sí que hacía tiempo que no probaba el sexo. Se revolvieron el cabello mutuamente mientras ambas lenguas exploraban casas ajenas. Se separaron más que por necesidad por obligación, ambos cuerpos rogaban los toques ajenos, pero no podía ser. Daiki había ido ahí por otra cosa y sin ello no marcharía.

- Sí que hacía tiempo que no nos veíamos. – susurró en su oído mientras le seguía acariciando el pelo que ya estaba algo despeinado. Volvió a su sitio y le mostró la sonrisa que siempre ponía cuando las cosas seguían el curso que él marcaba.

- ¿Cuándo puedes quedar? – sin tacto, nuevamente, le preguntó. Le urgía quedar con el mayor, tenía mucho estrés acumulado ¿y qué mejor forma de liberarlo? Sonrió cuando el castaño también lo hizo, se entendían completamente.

- Siempre que tú puedas. – su tono sensual incitaba al menor, pero tenía que controlarse. No había tiempo para nada, se había escapado de la tienda en un momento que el padre bajó la guardia, así que no podía pasar mucho tiempo allí, además de que ya llevaba una hora en el local.

- Ya te mandaré un mensaje. – y sin más se levantó y se perdió por el gentío de la pista. Arioka se apoyó en el respaldo del sillón y sonrió contento, echaba de menos el cuerpo de Nakajima, ya podía notar las ardientes caricias por su cuerpo. Esperaría paciente su mensaje.

Estuvo un tiempo ahí, seguía buscando desesperadamente a su repartidor de la felicidad, pero nada, no se dignaba a aparecer ¿quién se creía que era para hacerle esperar? ¡Ya habían pasado dos horas! No era normal que se tardase tanto, aunque sabiendo cómo era… seguramente se trataba de un problema de sábanas. Chasqueó la lengua molesto para después darle un sorbo a su bebida alcohólica.

- ¿Has esperado mucho? – habló la voz que quería escuchar desde que había llegado. Se levantó rápidamente y se giró molesto. Fijó su mirada en el moreno que hablaba, sus fosas nasales se abrieron del enojo.

- ¡¿Dónde estabas?! – elevó el tono de voz exasperado. Agradeció el volumen de la música, así no armaría un espectáculo delante de tanta gente, no se lo podía permitir. Además de la vergüenza. Podía andar en ese tipo de ambiente, pero aún era muy tímido, una faceta de su personalidad que no había conseguido abolir.

- Estaba ocupado. – su tono calmado irritó aún más al menor que le miró sentarse a un lado de él. Apretó sus puños, más molesto aún, se tragó las ganas de gritarle. Tenía que controlarse, una palabra en falso y su repartidor no querría tratar con él más.

Se dejó caer en el sillón mientras cruzaba sus piernas de una forma elegante. Trató de tranquilizarse para poder llevar el intercambio bien, sin ningún altercado. Además, si todo salía bien… no pagaría nada, como siempre. Así que tenía que tranquilizarse.

- ¿Se puede saber por qué te he estado esperando dos horas? – se mordía el interior de los carrillos para relajarse, su malhumor seguía presente pero no lo podía manifestar. Movía el pie de la pierna superior frenéticamente, en un tic de enfado.

- Novatos. – una sola palabra era su respuesta ¡Él quería saber más! ¡Quería saber por qué había perdido el tiempo de esa manera! Si se lo hubiese dicho… hubiese disfrutado de más sexo con Yuya, que nunca estaba de más.

- ¿Sólo eso? – hizo una pausa reteniendo las ganas de gritarle. – Sabes que no me puedo andar con tonterías, Inoo. – recalcó su nombre y “tonterías”. Él más que nadie sabía qué se jugaba mucho cada vez que visitaba este tipo de sitios.

- Fue algo inesperado. – sorbió un poco de la bebida del menor que le examinaba con la mirada. – Y no, no podía ser en otro momento. – se anticipó a la réplica que seguramente Daiki le diría.

- Bueno, ¿tienes eso? – su enfado menguaba, pero no del todo, por eso se permitió ser directo en el tema. Además, había estado esperando dos horas, eso le daba el derecho a reprocharle y portarse caprichoso con él.

Solamente Inoo conseguía sacar esa faceta de él. Le examinó de arriba abajo. Pianista, de una familia poderosa, jugueteaba con drogas, tranquilo, divertido, algo impulsivo… y muy pasional y dedicado cuando de sexo se trataba. Ocupaba el puesto nº 2 de su clasificación. Sabía complacerle en casi todos los sentidos, era un ardiente, le gustaba hacerlo en cualquier sitio y si era público aún mejor, se podía decir… que era un exhibicionista, pero valía la pena correr el riesgo por un rato íntimo con el moreno.

- Por supuesto. – respondió mientras hurgaba en el bolsillo de su chaqueta. Sacó una pequeña bolsita de plástico con un polvo blanco, polvo que le llevaba a la gloria, le daba sensaciones normalmente no sentidas y le transportaba a otras dimensiones.

- ¿Es de la buena? – estiró el brazo contento, por fin, al fin había lo tenía con él. Después de tanto tiempo lo había conseguido. Estaba por cogerlo cuando Inoo contrajo el brazo alejándolo de él. Se mostró contrariado, no entendía qué pasaba.

- No se te habrá olvidado el coste ¿verdad? – sonrió enseñando los perfectos dientes. Arioka también sonrió, pero de medio lado. Ahora llegaba la mejor parte, donde él tenía que pagarle.

- Claro que no, si eso es lo mejor de todo. – se acercó hábilmente a su cara y aprisionó sus carnosos labios contra los blanquecinos del mayor.

Un beso igual que con Yuto, solo que éste le urgía mucho más. Inoo tenía un aditivo seguramente, de esos que te dejan buen sabor de boca, que te sacian, pero que poco tiempo después quieres más. De esos con los que nunca quedas saciado, que siempre necesitas. Peor aún que la droga, Inoo conseguía ponerle a su merced. Y no solamente en el sexo, en todos los aspectos. Solamente con él podía dejarse llevar, no tener que controlar la situación a cada momento como con el resto de personas.

Se separaron dejando un hilillo de baba delatador. Se miraron ambos lascivamente, sabían lo que continuaba y querían que continuase. Ellos se habían conocido por pura casualidad y ahora, a parte del sexo, eran inseparables. Buenos amigos que la droga había juntado, desgraciadamente su nexo no era el mejor, pero gracias a “ella” se habían conocido. Si algo tenía que agradecer Arioka al polvo era a su repartidor favorito.

El castaño le cogió de la muñeca y le obligó a levantarse del sillón, dirigiéndole hacia los baños donde tendrían una muy buena merecida práctica. Nada más llegar, se giró y le besó fogosamente, acorralando al mayor contra la puerta y él. Volvieron a besarse intensamente, acariciando sus lenguas desde el principio. La urgencia era mucha como para andar con jueguecitos o preliminares.

Inoo rápidamente coló sus manos por debajo de la camiseta que llevaba el otro, necesitado. Aunque hacía un momento se revolcaba con otra persona… Arioka era otro mundo, siempre estaría disponible para él. Acarició y piñizcó los pezones del menor que separó la boca para gemir. El moreno sonrió de lado cuando escuchó ese lascivo sonido, que por cierto, le encantaba. Besó y lamió el cuello aprovechando que tenía la boca libre. Daiki estiró el cuello para darle más espacio y poder sentir más.

El mayor bajó las manos para dirigirlas al borde del pantalón, nunca le habían gustado los preliminares y esta no sería la excepción, a él le gustaba ir directo al grano. Desabrochó el ajustado pantalón que delataba la jugosa erección del castaño. Sonrió cuando lo notó y la acarició por encima de la tela, notando la dureza. Arioka volvió a gemir, pero más agudo que antes, elevando la voz. El moreno sabía completamente como complacerle, no hacía falta ni decírselo.

Ahora era Daiki quien besaba el cuello ajeno, mientras su compañero le prestaba atención a su miembro. Tenía que devolverle el placer recibido de alguna forma. Desabrochó la camisa de cuadros que llevaba el moreno y exploró toda la longitud del torso, sin saltarse ningún rincón, dándole la debida atención a cada botón rosado.

Se besaron nuevamente, ardientes, necesitados. Arioka quería sentir al moreno dentro de él y éste quería penetrarle rápidamente. Las plegarias de ambos no se hicieron esperar y el mayor bajó los pantalones de su acompañante hasta los tobillos, dejando al descubierto la hombría. La rodeó con la palma de su mano y se dispuso a darle placer. Daiki gemía fuertemente, el gozo era demasiado sentía que explotaría de un momento a otro. Y así fue, varios movimientos más por parte de Kei y el menor se vino en su mano.

El moreno le giró, poniéndole de espaldas a él, quedando la cara del castaño pegada a la puerta, sitio del que no se habían movido en ningún momento. Sin ningún miramiento y sin delicadeza, entró en él de una sola estocada. Arrancando un gran gemido al castaño cargado de placer, ya estaba acostumbrado a lo bruto que podía llegar a ser Inoo.

El mayor siguió asentando embestidas al pequeño que retenía los gemidos mordiéndose los labios. Inoo soltaba pequeños gruñidos, sin llegar a ser gemidos, la estrechez de Arioka le volvía loco al punto de perder la delicadeza y la cordura. Le tenía cogido de las caderas intentando llegar profundo, además, sabía que si le soltaba el menor caería del placer. Sabía que sus piernas no podrían con su peso. Agarró de nueva cuenta el miembro del menor y comenzó a masturbar, haciendo que los gemidos aumentaran de tono.

Poco tiempo después llegaron ambos al orgasmo, dejándoles exhaustos. Daiki recargado en la puerta con los puños prietos, tratando de regular la respiración. Sus piernas temblaban y temía caer en cualquier momento, por suerte, Kei aún le sostenía de la cadera sin salir de él.

- Me encantan tus pagos. – escuchó el menor como susurraba en su oído. Sonrió mientras apoyaba la frente en la puerta. Se mordió el labio, a él también le encantaban.

- No hay mejor forma. – susurró él con la respiración agitada todavía. Gimió leve cuando Inoo salió de él, se mordió intensamente el labio inferior.

Cuando se recompuso, se vistió de nuevo mientras el moreno se lavaba las manos pues las tenía algo pegajosas. Arioka se acercó hasta él sonriente.

- ¿Ahora sí me lo das? – preguntó extendiendo su mano impaciente. El pago estaba bien, pero no había que olvidar que él quería otra cosa, con la cual no marcharía de ahí sin ella.

- Aquí tienes. – depositó la bolsita en la palma del menor que rápidamente la cerró. Miró deseoso la sustancia, estaba deseando abrirlo. Sonrió dichoso, por fin.

Inoo salió del baño sin despedirse y a Daiki poco le importó, pues siempre había sido así, además, no tenían una relación cariñosa, simplemente era sexo. Al igual que con todos, inclusive con Takaki. El pobre creía que tenían una relación seria, pero para él no era así. Solamente estaba con el mayor por el sexo pues ocupaba el puesto nº 1 en su lista y no le dejaría escapar así como así.

Salió del baño el también, tenía que marcharse ya, llevaba mucho tiempo allí y temía que Yuya le llamase en cualquier momento y si escuchaba la música de fondo empezaría a preguntar cosas. Caminó entre la cola de gente que se había formado a causa de que ellos habían cerrado el baño, sonrió divertido al ver algunos chicos desesperados por entrar.

- ¡Dai-chan a ver cuándo repetimos! – escuchó decir desde la fila de gente. Rápidamente se giró, tenía interés en saber quién era el que quería repetir con él y depende el que fuese así sería.

Sonrió al ver una cara conocida acompañada de una sonrisa amable. Supo al instante de quién se trataba, nunca olvidaría las maniobras que hacía ese largo cuerpo.

- Yabu, estaré esperando. – elevó el tono de voz a la vez que sonreía, la música seguía estando alta. El castaño alto sonrió alegre pues hacía como una semana que no veía a Daiki, quien seguramente estaría ocupado con su novio.

- ¡No es justo! – exclamó alguien más uniéndose a la conversación sorprendiendo a los otros dos. Ambos sonrieron cuando se dieron cuenta de quién era. Un pequeño y escurridizo cuerpo era el que había interrumpido. – ¡A mí hace más que no me visitas, Dai-chan! – reprochó cuan niño pequeño. Arioka se acercó y le revolvió el cabello, no podía creer lo dulce y adorable que se veía ahora, cuando en la cama era todo un experimental. Las esposas, jueguecitos con comida, disfraces… todo le gustaba a ese pequeño chico encima de una cama.

- También tengo tiempo para ti, Chinen. – sonrió sensualmente recibiendo una mirada deseosa y algo aterradora, seguramente estaba pensando en nuevos jueguecitos. Se giró y se despidió de ellos con la mano. Estaría esperando sus llamadas, vaya, cada vez tenía menos tiempos para Yuya.

Siguió caminando, llegaba a la pista donde la mayoría de la clientela se acumulaba. Sonreía a cada persona que le saludaba, tenía que marchar Takaki no tardaría en comunicarse con él pues ya se acercaba la hora en que habitualmente lo haría. Escuchó su nombre otra vez, girándose algo cansado. Muchas interrupciones estaba teniendo hoy, aunque si eran para posibles encuentros como las veces anteriores no le importaba en absoluto.

- Daiki. – solo había dos personas entre su círculo cercano que le llamaban así. Una era su madre y la otra era Inoo. La primera no podía ser, así que se trataba de Kei. Le miró sorprendido, normalmente después del pago no solían hablar más en toda la noche.

- ¿Qué pasa? – preguntó algo borde pero interesado. No era normal que Inoo le hablase así que le entraba la curiosidad. El moreno se movió dejando pasar a un chico que no había visto nunca en el local, bueno, ni dentro ni fuera, nunca le había visto. – ¿Y éste quién es? – preguntó algo descarado mirando interrogante al moreno.

- Este es Yamada, el novato que te dije. – señaló al joven que estaba algo temeroso, seguramente era la primera vez que paraba en un sitio como éste. Sentía algo de lástima por el chaval y recordó su primer día por esos mundos. Sin duda, ahora se reía, pero en el momento temió por su vida.

- ¿Y? – estaba siendo un borde y un desconsiderado con el chico, pero tenía prisa y no quería que Takaki se enfadase. Miró al susodicho y le examinó. Miraba a todos lados sobando sus manos que seguramente estarían sudorosas. Sin duda, no quería estar ahí, pero había algo que le retenía.

- Quiero que se quede un tiempo en tu casa. – informó el moreno sorprendiendo a Arioka que le miró con los ojos bien abiertos. Por el tono que estaba poniendo Inoo, no era una petición, más bien se lo estaba ordenando.

- ¿Perdona? – se hizo el sordo. – ¿Por qué tendría que hacer eso? – se dio por ofendido, cosa que Inoo y el chico notaron. Daiki elevó una ceja esperando a que Inoo le contestase. – No lo voy a hacer. Por si se te ha olvidado, he perdido mucho tiempo a causa de este chico. – se estaba comportando como un crío, pero le repateaba el tono que había puesto el moreno.

- Te lo compensaré. – habló Inoo empujando al pequeño hacia Daiki y marchándose de ahí sin dejar objetar nada al castaño. Quien miraba anonadado por el sitio que se había ido Kei. No entendía nada, pero ahora no podría dejar al chico solo por ahí, seguramente alguna hiena se lo comería.

- Anda vamos. – susurró cansado dirigiéndose hacia la puerta del local. 




*Fin de la primera parte.*

¿Muy largo verdad? Pero es que no sabía por dónde cortar! >_< Aún así, creo que no quedó tan mal. Sí, Daiki quedó muuuy.... sueltillo xD pero no voy a decir que no me gustó como quedó porque mentiría xDD Como véis cada JUMP tiene un punto bueno y diferente en la cama xD 
¡Mabel! ¡Dime a ver si te gustó como quedó! ^^ 
Y por cierto, que Daiki haya quedado así es culpa de Mabel que tiene la manía de meterme el "DaikiXtodos" en la cabeza xD
¡Espero que os haya gustado! ¡Pronto la segunda parte!
¡Mimi-chan destaa~!