domingo, 20 de octubre de 2013

[Threeshot] Bounce. Part2

¡Buenas! Aquí traigo la segunda parte de lo que debería ser un twoshot, pero nada... me sigo alargando y ha quedado en tres partes. E intuyo que la última parte tendré que cortarla en dos, porque no entiendo como me extiendo tanto. Si la historia es sencilla y ya estaba toda hecha, pero a la hora de escribir me ciego y cuando me doy cuenta ya llevo ocho páginas y ni siquiera he contado la tercera parte de lo que debería... Sin ir más lejos, esta parte tiene 11 hojas del word y no he contado casi nada.

Tengo que decir que me ha gustado como ha quedado esta parte, pero no del todo. Ya que siento que he jodido (hablando mal y pronto) el desarrollo de la historia. Además, de que siento que esta parte ni tendría que publicarla. No sé, no me ha gustado como ha quedado del todo, no me convence. Pero la publico porque así veremos como es la convivencia. La verdad, es que creo que esto tendría que ser más un extra que una parte, pero así lo dejo.

Pero dejando a un lado mis absurdas quejas, aquí os lo dejo.

¡Espero que os guste! ^^



Segunda Parte.






El trayecto fue en silencio llegando a incomodar al mayor que de vez en cuando miraba de reojo al intruso. Había notado que llevaba la ropa algo sucia y rasguños por la cara y brazos. Podía suponer que el menor necesitaba refugio, tal vez era amigo de Inoo. La curiosidad por saber qué le había pasado le carcomía, no podía olvidar la faceta cotilla que tenía. Varias veces intentó pensar una buena forma de romper el hielo, pues no podían seguir así y menos si se iba a quedar en su casa un tiempo.

- ¿Eres amigo de Inoo? – preguntó mirándole de reojo pero rápidamente volvió la vista a la carretera, no podía descuidarse. El castaño botó levemente en el asiento por el susto, seguramente no se imaginaba escuchar su voz. Solamente asintió, cosa que mosqueó a Daiki ¿por qué no hablaba? Desde que se habían “presentado” no había escuchado su voz ni una sola vez.

Volvió a reinar el silencio en el vehículo, irritando a Arioka. No podía con el silencio, era superior a él. Cualquier tipo de silencio era incómodo para él, y este lo era mucho más. Pues no se conocían de nada.

- ¿Eres mudo? – volvió a asustar a su acompañante de nuevo, tal parecía que era muy asustadizo. O que no se fiaba de él, que también podía ser y además estaba en todo su derecho, cualquiera lo haría.

Escuchó una sonrisa por parte del menor y le miró girando rápidamente la cabeza, pero la volvió a la carretera. ¿De qué se reía? Él no se consideraba un chico divertido, más bien era un chico pasional.

- No. – por primera vez escuchó su voz. Le quedaba muy bien para el cuerpo que tenía. Era pequeño así que su voz sonaba algo dulce, pero a pesar de la estatura que tenía imponía bastante y eso lo contrastaba con lo ronca que se escuchaba con según qué palabras.

- Me alegro de oír eso. – contestó algo aliviado, vivir con un mudo sería completamente difícil para él. Si el silencio le resultaba incómodo… vivir con un mudo sería imposible para su persona, completamente imposible.

- ¿Y eso por qué? – su pregunta le sorprendió, pues creía que no hablarían más, ya que el chico le había parecido de pocas palabras. Ahora intuía que Yamada también estaba incómodo con los silencios que se formaban entre ellos. Cosa que le agradó, pues ya tenían algo en común.

- No puedo con los silencios. – contestó mirando fijamente la carretera, estaban por llegar a la calle de su casa. Tenía ganas de llegar, ya era algo tarde, más o menos sobre las nueve y media de la noche. Sin duda, había perdido mucho tiempo esperando a su repartidor.

- Hay algunos que son agradables. – contradijo risueño el menor. Daiki le miró de reojo, sus ojos iluminaban mientras miraba la carretera también. Achicó los ojos para examinarle y tratar de descifrar qué decían esos grandes ojos marrones.

- Para mí ninguno lo es. – defendió su postura. No encontraba nada de atractivo en un silencio, las palabras o los hechos eran mejor. Edificios como las bibliotecas o los hospitales procuraba no pisarlos por eso.

- Solamente hay que saber apreciarlos. – el otro también parecía en sus trece. Arioka sonrió divertido, la estancia del otro en su casa podría resultar interesante, ya que compartían varios rasgos de la personalidad. Cosa que les haría chocar.

Daiki, con su manía de interpretar mal las cosas, o darle doble sentido, y sus ganas de molestar a su inquilino, dijo:

- ¿Estás insinuando que soy tonto? – sonrió de medio lado al notar un pequeño salto por parte de su acompañante de la impresión. Yamada le miró alarmado, él no quería dar a entender eso.

- ¡No, no! ¡Por supuesto que no! – movió las manos de izquierda a derecha rápidamente, negando también con la cabeza. – Lo siento si di a entender eso. – bajó levemente la cabeza por la confusión que su comentario había hecho. Tendría que cuidar de ahora en adelante sus comentarios pues no quería que el otro malinterpretase, ya que le brindaría refugio durante un tiempo.

Ahora era Arioka el que reía, sorprendiendo al menor quien le miró con los ojos ligeramente abiertos. Daiki se sentía raro, era la primera vez desde hacía mucho tiempo que no reía de esa manera. Desde mucho antes de independizarse. Ese chico, Yamada, era muy interesante.

- ¿Qué es lo gracioso? – se atrevió a preguntar el más castaño de los dos. Daiki acabó la carcajada y le miró intensamente de reojo.

- Tú, Yamada. Tú eres lo gracioso. –volvió su vista al frente. – Eres muy interesante. – finalizó mientras detenía el coche delante de su casa. Se bajó y el menor le imitó algo aturdido por el comentario recién hecho por Arioka, no entendía a qué se refería.

Nada más posar la vista en la casa se sorprendió, era bastante grande así que Yamada supuso vivía con sus padres aún, cosa que le incomodó. Sabía que era una molestia para su acompañante, pero no lo quería ser para sus padres.

- Lo siento, estoy causando muchas molestias. – susurró con la mirada gacha, sentía un malestar profundo. No le gustaba ser una carga para nadie y mucho menos una molestia. Aunque estuviese solo se las arreglaría para salir adelante. – Tus padres se molestarán contigo, será mejor que me vaya. – siguió hablando bajo sorprendiendo al mayor que abrió los ojos, pero acto seguido comprendió el comportamiento del menor y sonrió.

- ¿Tengo pinta de vivir con mis padres? – preguntó sonriente y señalándose. Yamada subió la mirada al notar ese tono tan dulce en la voz del mayor. Se mordió el labio inferior tratando de tranquilizarse, hacía tiempo que no le hablaban de esa manera.

Daiki caminó y poco tiempo después escuchó los pasos del pequeño seguir, cosa que le hizo sonreír. Le sorprendió el comportamiento de su inquilino aún a pesar de que no tenía dónde quedarse prefería vivir en la calle a molestarle, era un comportamiento que no veía todos los días. Normalmente su mundo estaba lleno de segundas intenciones, nada de purezas ni buenos gestos.

Abrió la casa y le dejó pasar primero a Yamada, quien entró un poco temeroso. Se descalzó en la entrada a pesar de que aún las luces estaban sin prender, el mayor también hizo lo mismo encendiendo después las luces del pasillo principal, dando un poco de visión. Yamada miró a todos lados asombrados, era imposible que viviese solo en una casa como esa. Era propia de familias, seguramente tenía dos o tres habitaciones principales… y eso para una sola persona era mucho, además del gasto que la casa llevaba. Aunque… pensándolo bien, era normal que tuviese ese tipo de casa moviéndose por el ambiente que se movía.

- Como en tu propia. – invitó Arioka mientras subía el escalón y entraba en la primera puerta a la derecha. El menor algo tímido posó el primer pie en el escalón, se sentía un intruso… bueno, lo era.

Caminó por el pasillo mirando a todos lados, avanzó hasta que las escaleras le cortaron el paso. Supo que: Daiki había entrado en la cocina, que enfrente de la cocina estaba la sala de estar, que una puerta más allá de la sala había un pequeño baño sin ducha. Y eso era todo lo que componía el piso de abajo.

- Sube y date un baño. – interrumpió el dueño de la casa sus investigaciones de la casa. Se giró para mirarle asustado, no se esperaba que le hablase. Su mecanismo aún tenía metido el sistema de alerta cada vez que alguien le hablaba sin aviso. Daiki tomó esa reacción como normal. – Segunda puerta a la izquierda. – indicó para después volver a entrar en la cocina.

Yamada obedeció y subió al piso de arriba algo tímido aún. Por no decir que se sentía incómodo, estaba en una casa ajena y con varios lujos, sentía que eso no era para él. Llegó hasta la puerta indicada y entró sorprendiéndose de encontrar un gran baño, sin duda mucha casa para una sola persona. Pero eso solo haría la estancia más cómoda. Se desvistió mientras se llenaba la bañera y después entró dentro siendo rodeado por la tibieza del agua.

Todas las impurezas de su piel ya fueran rasguños, suciedad y algo de sangre seca, las limpió el agua sin dejar rastro. Pensó que tal vez con el agua se fuesen sus recuerdos, los cuales no quería volver a vivir ni pensar. Demasiado tormentosos para pensar en ellos, pero sabía que esa misma noche, mientras soñase, los recordaría. A pesar de que sólo hacía un par de días que los había dejado atrás.

Sintió varios toquecitos en la puerta, se asustó. Tenía que empezar a relajarse y acostumbrarse a vivir con otras personas. Pero sabía que sería algo complicado… y menos cuando había estado tanto tiempo temiendo que alguien se acercase a él. Se tranquilizó y contestó.

- Aquí te traigo la toalla y una muda nueva. – escuchó decir al otro lado de la puerta. Era la segunda vez que alguien se preocupaba de esa forma por él. Hacía mucho que nadie lo hacía, siempre había sido un objeto, creía que nadie se interesaría nunca por su bienestar. Pero no, ya había dos personas que se preocupaban. Aunque del castaño poco podía decir por ahora. – Voy a entrar. – avisó mientras giraba el picaporte.

Yamada se asustó y se levantó de golpe para evitar que eso sucediese, no podía dejar que viese su cuerpo. Se moriría de la vergüenza, tenía mucho que ocultar, fue tarde ya que el mayor ya estaba dentro y le miraba anonadado.

- Vaya, exhibicionista. Me gusta. – comentó divertido al ver el cuerpo del menor en su totalidad. No había nada oculto a sus ojos, bueno sí, sus pies, pero poco le importaba. Yamada comprendió lo dicho y se tapó sus partes nobles con las manos.

Daiki miraba con ojos hambrientos el cuerpo del otro, estaba bastante bien para la poca estatura que tenía. Por regla general, a él le gustaban altos o por lo menos más altos que él, solamente Chinen se escapaba a esa regla.

- Pero no te tapes hombre, estamos en confianza. – relajó el asunto el mayor, aunque claramente su intención era seguir viendo el cuerpo del menor. Pero la parte que más le interesaba estaba tapada y por eso lo había dicho. – Aquí te lo dejo. – lo dejó en el mármol del lavamanos y se giró en dirección a la puerta. Antes de cerrarla escuchó un leve gracias por parte de su inquilino.

Yamada seguía estático. ¿Por qué se había levantado? ¡Había quedado expuesto delante de su casero! Menuda vergüenza, ¿cómo le miraría a la cara de ahora en adelante? ¡Sería imposible! Bueno, por lo menos las cicatrices no las había visto ya que estaban en la espalda. Se sentó de nuevo y trató de volver a relajarse.

Salió del baño completamente limpio y relajado. La vergüenza de ver la cara del mayor era bastante, podía intuir que haría alguna broma respecto a lo que había pasado. Ya había descubierto varios rasgos de la personalidad del castaño. Bajó hasta la cocina, olía rico, tal parecía que era la cena. Sonrió, a él le encantaba cocinar, o por lo menos hacía bastantes meses lo hacía. Ahora, seguramente habría perdido la práctica.

- ¿Qué tal el baño? – la voz de Arioka le sorprendió cuando cruzó el umbral de la puerta. Él sonrió cálidamente al verle con un tierno delantal.

- Estuvo bien, gracias. – volvió a agradecer de nuevo. – Ahora te ves muy distinto. Ya no pareces tan fuerte y chulo como en el local. – habló a la vez que se sentaba en la mesa que había en el medio de la cocina.

- ¿A qué te refieres? – preguntó el mayor sin mirarle, tenía que cuidar la comida no se le fuera a quemar. Nunca había sido muy bueno en esto, pero se podía defender con algo. El vivir solo era lo que llevaba.

- Pues que con ese delantal de volantitos y ese quico en la cabeza… no sé… - comentó divertido mientras apoyaba el codo en la mesa y la barbilla en la mano. Mirando expectante la reacción que tuviese el mayor. Él tenía claro que Arioka aparentaba ser una persona que no era.

Daiki se sobresaltó. Era cierto. Él cuidaba la imagen que daba en el local, claramente esa imagen le gustaba, pero no era del todo real. Tampoco era la que aparentaba delante de Takaki, pues cuando estaba con él se hacía más dócil y bueno para que no sospechase nada. Solamente se relajaba cuando estaba solo en casa o con Inoo. Ni con sus padres era la persona que aparentaba.

- Bueno, eso es porque en el local hay que dar una imagen propia de un sitio como ese. – contestó sinceramente. No entendía por qué le contaba esas cosas al inquilino, tal vez sería porque no se conocían de nada.

- ¿Y cuál es el de verdad? – volvió a indagar el menor en la misma postura, aguantando la sonrisa divertida que siempre estaba en su rostro. Arioka se giró y dejó en la mesa los platillos que había preparado.

- El de verdad es un conjunto de ellos, o quien sabe… tal vez no sea ninguno y sea aún peor. – le miró con una sonrisa de lado y le guiñó un ojo coqueto. No tenía ninguna intención de ligar con el pequeño pero después de lo visto en el baño… la cosa cambiaba.

- Ooh… - exclamó sorprendido el menor siguiéndole el juego. – Estaría bien conocer al verdadero. – continuó mientras quitaba el codo de la mesa y observaba la comida que el mayor había preparado. Se sorprendió, era una variedad de comida, no era muy elaborada pero estaba bastante bien.

- Solo los privilegiados o los inteligentes lo consiguen. ¿Crees que eres uno de ellos? – contestó con el mismo tono a la vez que se sentaba a la mesa con el delantal ya quitado, pero con la coletita aún presente en su cabeza. Yamada miró fijamente los ojos del otro cohibiéndole.

- Me considero bastante inteligente. – sonrió de medio lado como acostumbraba el mayor y probó bocado. Abrió los ojos sorprendido, la comida estaba buena, ¿cuánto hacía que no probaba algo así? Mucho, muchísimo tiempo.

Cenaron en silencio, siendo incómodo para el mayor como siempre acostumbraba. Que nunca le gustarían los silencios era algo seguro. Para no seguir en esa incomodidad comenzó a hablar con el menor.

- Esto es lo que vamos a hacer. – hizo una pausa mientras tragaba. Yamada le miró. – De puertas para fuera somos primos. – el menor comprendió, tenían que idear una tapadera para los vecinos. – Y ya que vamos a ser familiares, digo yo que tendremos que conocernos. Por lo menos lo básico. – cogió una porción de arroz con los palillos y la llevó a la boca.

- Está bien. – aprobó Yamada para después darle un sorbo al té. – Me llamo Yamada Ryosuke y tengo 20 años. – no dijo más. Tenía pensando hablar de su familia, contar que tenía dos hermanas… pero no era un tema que quisiese tocar.

- Arioka Daiki, 22 años. – respondió sorprendiendo al inquilino que abrió los ojos y tragó con dificultad. Arioka miró aburrido esa expresión, siempre era lo mismo.

- ¿Eres mayor que yo? – preguntó completamente asombrado llegando a molestar al mayor que intentaba comer tranquilo. A Ryosuke no le cabía en la cabeza que ese chico fuese mayor que él.

- Por supuesto que soy mayor. ¿Cómo voy a vivir solo o conducir si no soy mayor que tú? – habló con algo de irritación en la voz. El más castaño comprendió que el tema de la altura era tabú para el otro. Sonrió divertido, él también tenía complejo de altura.

- Lo siento si te he ofendido. – hizo una pausa en la que llenó de comida la boca y prosiguió. – A mí me pasa lo mismo. Aunque tengo las facciones de mi edad, normalmente no lo aparento. – sonrió ampliamente tratando de calmar los ánimos del mayor.

- Es que eres muy bajo. – espetó sin tacto. Ryosuke abrió los ojos algo ofendido, ¿cómo se atrevía a decirle eso él? ¡Precisamente él! Y mira que se había disculpado y le había contado lo que le pasaba y aún así se metía con él. Vio una pequeña sonrisa del mayor, sin duda le gustaba meterse con la gente.

-¡Mira quién habla, chibi! – insultó el menor exaltado. No estaba del todo enfadado, simplemente ofendido. Y más se molestó cuando vio que la sonrisa del dueño de la casa se ensanchaba, seguramente lo había dicho con el propósito de hacerle enfadar.

- Pero si eres más bajo que yo. – él seguía hablando tranquilo mientras comía. Esa parsimonia que tenía el mayor irritaba a Ryosuke que seguía con el enfado. Además de la incredulidad al escuchar las últimas palabras dichas por el otro.

- ¡¿Qué?! – preguntó incrédulo. – ¡Pero si somos de la misma estatura! – exclamó elevando un poco el tono de voz, no demasiado, ya que no estaba enfadado. El asombro era mucho como para molestarse.

- Yo soy más alto. – obvió Daiki mientras seguía comiendo sin ni siquiera mirar al joven que abría los ojos desmesuradamente de la sorpresa. No podía creer lo que estaba escuchando, el mayor tenía mucha autoestima por lo que se veía.

- ¡Comprobémoslo! – se levantó de golpe y se puso a un lado de la mesa. Arioka sonrió divertido, Ryosuke era muy interesante, demasiado. También se levantó y se posicionó delante de él.

Se puso muy cerca, quedando ambos rostros muy cerca el uno del otro. Daiki miraba absorto los grandes ojos de su inquilino, sorprendido por lo expresivos que eran. Mientras Yamada colocaba una mano en su frente (al estilo militar) y acercó a Arioka hacia ella. Con el propósito de juntar la frente del mayor con su mano para saber si era mucha la diferencia de altura. El mayor se sorprendió por la proximidad del menor, podía sentir el aliento del castaño en su rostro, sus narices se rozaban, estaban muy cerca. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sorprendiéndole, pareciese que había corrido una maratón. Tragó saliva, estaba nervioso miró al pequeño para ver si se daba cuenta pero estaba entretenido comprobando las alturas. “¿Qué pasa si ahora lo beso? ¿Qué reacción tendría?” se preguntaba mentalmente Daiki. Miró los carnosos labios del menor, brillaban pidiendo atención y él gustoso se la daría. Pero empezaron a moverse sacándole de sus pensamientos.

- ¡Ves! ¡Somos de la misma altura! – dijo triunfal el menor que comprobó como las frentes quedaban a la misma altura, que la mano coincidía perfectamente. – No sé qué es peor, que yo sea bajo o que tú a tú edad seas de mi misma estatura. – posó sus manos en su cadera y le sonrió de lado. Había ganado la batalla.

Daiki se separó sorprendido por lo que acababa de ocurrir. El menor ni cuenta se había dado cuenta de lo cerca que estaban, de lo cerca que había estado de ser besado por él. ¿Tan inocente e ingenuo era? ¿No sabía que si hacía eso podía haber consecuencias? ¿Tan despistado podía ser? Soltó una pequeña sonrisa, no, el problema no lo tenía su inquilino. ¡Era él que era un salido!

- ¿Ahora de qué te ríes? – preguntó desorbitado el menor. No llegaba a comprender del todo el comportamiento de su casero y seguramente nunca lo haría.

- Nada, nada. – respondió mientras se sentaba la mesa de nuevo. Aún tenía hambre y quedaba mucha cena. – Anda siéntate y dejémonos de tonterías. – Yamada obedeció a lo primero pero sonrió con el segundo comentario.

- Lo dices porque somos de la misma altura. – siguió con el tema haciendo sonreír al mayor. Ryosuke se sentía triunfal, por una vez, no era él que quedaba mal ante Daiki. El mayor no hizo ningún comentario y siguió cenando.

El menor le imitó terminando la velada en tranquilidad, tanta que pocas palabras habían intercambiado entre ellos. El más castaño se encargó de recoger la mesa y lavar los platos, era lo menos que podía hacer puesto que Daiki había hecho la cena.

Cuando acabó se dirigió a la sala con la esperanza de encontrar al mayor allí y ver juntos la tele, compartir tiempo con su casero era muy agradable, bastante, aunque siempre terminaba metiéndose con él o haciéndole enfadar. Aún así, lo pasaba bien cuando conversaba con él.

Pero no fue así, encontró el salón vacío, seguramente el mayor se encontraba durmiendo. No sabía qué hacer, no estaba convencido de ver la televisión porque no quería molestar, así que optó por irse a dormir él también. Había sido un día muy largo, subió y se acostó.



El día amanecía tranquilo pero frío, ya se acumulaba el frescor y la humedad por todos lados, el otoño había llegado fuerte. Daiki se estiró contento, hoy iría a ver a Yuya, tenía muchas ganas de verle. Aunque también estaba impaciente por recibir algún mensaje de sus acompañantes. Sabía que por lo menos Yuto le mandaría un mensaje hoy, mucha era su necesidad por lo que había comprobado ayer cuando se vieron. Se levantó y bajó al primer piso. Iría temprano a casa de Takaki y pasaría ahí bastante tiempo.

Se sorprendió cuando olfateó un dulce olor que le llenó los pulmones. Olía muy rico, tanto que podía llenar su estómago. Se acercó olfateando hasta la puerta de la cocina que era de dónde procedía el aroma. Encontró al menor cocinando, cosa que le asombró. Se movía rápidamente y con soltura, parecía que se le daba bastante bien.

- ¿Qué haces? – preguntó consiguiendo que el menor diese un brinco por la inesperada voz, cosa que causó gracia al dueño de la casa. Ryosuke se giró sorprendido y acto seguido sonrió. Desde ayer por la noche había planeado hacer el desayuno.

- El desayuno. – volvió su vista a la sartén mientras la movía para que la tortita no se pegase. Arioka se acercó rápidamente para comprobar qué era lo que estaba cocinando. Sorprendiéndose de encontrar tortitas caseras, no precocinadas como las hacía él.

- Había precocinadas en la nevera. – dijo detrás de él, mirando por encima del hombro del pequeño quien sentía el aliento en su cuello, cosa que le ponía sumamente nervioso. Además de que sentía el calor que emitía el cuerpo del castaño detrás de él, en su espalda.

- Ya, pero me salen mejor estas. – contestó mientras la sacaba y la depositaba en uno de los platos. Daiki seguía atentamente lo que el menor hacía, estaba anonadado, ese chico tenía habilidad en la cocina.

- Parece que se te da bien. – alagó cuando vio uno de los platos. Estaba perfectamente decorado y las tortitas tenían muy buena pinta, tanta que le abría el apetito de solo mirarlas, por no hablar del delicioso aroma.

- Me encanta cocinar. – expresó sincero. Le encantaba cocinar, siempre había cocinado en su casa, su madre siempre había estado enferma y su hermana mayor era la que se encargaba de trabajar. Así que él se ocupaba de las tareas domésticas y de su hermana pequeña.

- Esperemos que sepa bien. – trató de molestar al pequeño mientras posaba uno de los platos, el que estaba al completo, y lo depositaba en la mesa. Él se encargaría de poner la mesa, no lo haría todo el menor.

- Por supuesto. Son muchos años cocinando. – sonrió divertido, un día en esa casa y ya se estaba acostumbrando a los comentarios de Daiki. Sacó la tortita de la sartén y la colocó en el otro y único plato que quedaba en la encimera. Apagó el fuego y cogió el plato para dirigirse a la mesa que ya tenía todo lo necesario para empezar a comer. Se sentó y comenzaron a comer.

Hubo algunos silencios, pero pocos hablaron tranquilamente. Con algún comentario ofensivo del mayor para molestar al inquilino, cosa que consiguió en pocas ocasiones. Yamada acabó de comer y recogió la mesa.

- No tienes por qué hacerlo todo. – interrumpió al menor que se disponía a lavar los platos. Arioka se sentía un inútil, no había hecho prácticamente nada desde que se había levantado y normalmente estaba acostumbrado a hacerlo todo puesto que vivía solo.

- Es una forma de agradecer. – respondió y continuó con la labor a regañadientes del mayor que me miraba algo molesto desde la mesa que ya estaba completamente limpia. Decidió hacer un poco de té para tomar después. Se levantó y empezó a prepararlo todo mientras el otro acababa de fregar.

Cuando acabaron los dos se sentaron de nuevo en la mesa a tomar el té tranquilamente. No había prisa, o por lo menos Daiki no la tenía, pues aún era temprano para ir a visitar a Takaki.

- ¿Te parece bien que yo me encargue de cocinar a partir de ahora? – preguntó interrumpiendo los pensamientos de Daiki que ya imaginaba el rato que iba a pasar con Yuya.

- ¿Por qué tendrías que hacerlo? Yo sé cocinar también. – se mostró contrariado. Aunque pensándolo mejor y sabiendo cómo era la personalidad que hasta ahora había mostrado el menor, seguramente se sentía incómodo por estar molestándole y eso era una forma de sentirse mejor.

- Simplemente quiero agradecerte. Más adelante buscaré un trabajo a tiempo parcial y pagaré mi parte de la casa. – dio un sorbo al té sorprendiendo al dueño de la casa con esas palabras.

- ¿Cuánto tiempo planeas quedarte aquí? – espetó haciendo que Yamada tragase fuertemente el caliente té. Miró al emisor de esas palabras y buscó en su mirada reproche, pero encontró simple curiosidad.

- No lo sé, Inoo-san lo decidirá. – respondió sin más. Él tampoco sabía más, simplemente que tenía que quedarse en esa casa como se lo había encomendado Inoo. Lo demás, lo tenía todo pensando el moreno.

- ¿Por qué lo tiene que decidir él? – volvió a preguntar incomodando al menor que no quería hablar de este tema. Seguir hablando de esto requería contarle lo sucedido antes de conocerse y prácticamente toda su vida, y no quería decírselo. Se merecía saberlo, pero no quería contarlo.

- Él es mi jefe. – solamente eso contestó levantándose sin ni siquiera acabar la taza de té. Arioka miró confuso por donde se había ido su inquilino. Quería saber cuál era la relación que tenían su repartidor y Yamada, pero el menor no quería contárselo. Tal parecía que tendría que recurrir a Kei.

Yamada subió a su habitación y se encerró. Ahora mismo muchos recuerdos estaba volviendo a su mente: su madre, su hermana mayor, la pequeña…. La vida en conjunto, cuando eran felices sin ninguna preocupación. Y también el recuerdo de su padre… ese padre que no había visto en su vida pero que a causa de él se encontraba en esta situación.

Daiki no sabía qué hacer. Quería ir a disculparse, era la primera vez que se sentía mal por un comentario que había hecho. Había hurgado donde nadie le llamaba y había incomodado a Ryosuke. La expresión que había puesto cuando se marchaba era de total tristeza, de odio… una mezcla destructiva.

Recogió las tazas y la tetera y las limpió. Era hora de ir a casa de Takaki pero no quería irse así. Tenía que arreglar las cosas con Yamada, era el segundo día y el ambiente ya estaba algo tenso entre ellos dos. Subió las escaleras y se dirigió al cuarto del menor, tocó tres veces como acostumbraba. No recibió respuesta, cosa que le asustó, había hurgado demasiado.

- Oye. – si el menor no quería verle por lo menos se disculparía aunque no fuese a la cara. Más tarde, si hacía falta, se volvería a disculpar aunque fuese en contra de su orgullo. Pero tenía que volver la situación a su causa, a él le gustaba controlar la situación y si para ello tenía que disculparse dos veces lo haría.

Nuevamente no obtuvo respuesta.

- Lo siento. – dijo mirando la puerta decidido y con un tono de pena que seguramente haría que el otro le perdonase. Sabía cómo actuar en estos casos para que las cosas saliesen como él quería. – No quería hacer esas preguntas, comprendo, no eran de mi incumbencia. No volveré a preguntar. – finalizó. Esperaba que con eso el menor se diese por satisfecho.

Dentro, Ryosuke no sabía qué hacer. No se había ido de la cocina por que le hubiese sentado mal las preguntas de Daiki, es más, las comprendía. Era natural tener curiosidad por la persona que se está hospedando en tu casa. Pero ahora, lo tenía al otro lado de la puerta disculpándose. Sabiendo lo poco que sabía del mayor, si le decía que no estaba enfadado o que era un malentendido se ofendería y se avergonzaría, pues parecía tener mucho orgullo. Lo mejor era fingir que le perdonaba, aunque no estuviese molesto. Sonrió divertido, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, pero antes de abrir la voz del dueño de la casa le interrumpió.

- ¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta? Así conoces esta parte de la ciudad y puedes salir solo. – Daiki recurría a su última esperanza para hacerle salir de allí y que le perdonase. Ya que el primer plan no había salido como él había pensado (cosa que le sorprendió) recurriría a sacarle de la habitación.

Sonrió de medio lado al ver que la puerta se abría despacio, como con timidez. El menor estaba algo sonrojado por el malentendido pero la proposición del mayor era tentadora, así que la aceptaría.

- Está bien. – aceptó y le sonrió contento. Sus dotes actorales toda la vida habían sido buenas, tuvo que fingir muchas veces en su corta vida. Ya sea en el instituto, a su madre, a su hermana pequeña… a ella sin duda era a la que más había mentido. Dulces y pequeñas mentiras para que no se preocupase del estado de su madre.

- Vale, ahora te traigo algo de ropa y nos vamos. – sonrió radiantemente Arioka. Como hacía de pequeño. Sonrisa que sorprendió al menor, era muy expresiva, cambiaba por completo el rostro del mayor, le hacía más amable y te daban ganas de sonreír a ti también.

Daiki se giró en dirección a su habitación para coger algo de ropa al menor, le quedaba algo apretaba pero se la dejaría. Y hoy aprovecharía para comprarle algo de ropa que sin duda le haría falta, así como útiles para la casa; como el cepillo de dientes, pasta, champú… y demás que eran vitales para la convivencia.

Cuando llegó a su dormitorio la melodía de su móvil le sorprendió. Rápidamente corrió para cogerlo, aunque no sabía por qué corría si solamente era un mensaje. Abrió y se sorprendió al ver que era de Takaki, normalmente no solía mandarle mensajes, solían quedar siempre a la misma hora y si no, le llamaba. Leyó atentamente.

“¿Dónde estás? Llegas tarde.”

Esa actitud controladora que tenía el mayor le desquiciaba, él también era así, poco podía quejarse. Pero él era controlador de otra forma, no dejaba que los demás lo supiesen, simplemente controlaba la situación y analizaba.

Miró la hora arriba en la pantalla y en efecto, Takaki tenía toda la razón para mandarle un mensaje. Pasaban de las doce. ¿Cuánto tiempo había perdido en el desayuno? No se había levantado tan tarde. Normalmente quedaba con el chico rico a las once y ya llegaba más de una hora tarde. ¿Qué haría? Él tenía ganas de ver a Takaki, pero no quería dejar a Yamada plantado y menos ahora que había hecho que le perdonase.

- Arioka-san, ¿qué pasa? – preguntó el inquilino sorprendiendo al mayor que se giró a la vez que escondía el teléfono detrás de él.

- ¿Eh? – contestó con una pregunta, no sabía a qué se refería el menor con que le pasaba algo. Saber el menor no sabía nada de que llegaba tarde a un compromiso. Apretó el teléfono a la vez que tragaba fuertemente. ¿Por qué estaba tan nervioso? En primer lugar, ¿por qué había ocultado el teléfono?

- Es que estabas tardando demasiado y me preocupé. – se sonrojó levemente mientras desviaba la mirada. Estaba apenado porque se había preocupado por nada, además, decírselo a la propia persona era algo vergonzoso.

- Ah, no es nada. – se giró y guardó el teléfono en el primer cajón del escritorio. Se dirigió al armario y sacó lo que creía que le quedaría bien al menor. Se lo entregó y le sonrió. – Aquí tienes. – ensanchó la sonrisa a la vez que el menor cogía la ropa.

Cuando Ryosuke salió de la habitación se relajó. No entendía su comportamiento, bueno, seguramente que si el menor leía el mensaje se sentiría mal por haber hecho que sus planes fuesen cambiados. Sí, lo hacía para no preocupar al menor o eso pensaba él. Corrió hacia el baño para ducharse y cambiarse, ya habían perdido bastante tiempo, olvidándose completamente de contestar el mensaje.



- ¿Qué sitio quieres conocer antes? – interrumpió Daiki el silencio que se había formado en el coche. Como siempre, le incomodaban demasiado como para aguantar dentro de un silencio. Yamada miró a través del cristal de su ventana pensativo, no sabía qué contestar, no había pensado en ello.

- Algún supermercado. – dijo sorprendiendo al mayor por su propuesta. Le miró de reojo dubitativo. ¿Qué quería encontrar dentro de un supermercado? Él creía que diría alguna tienda de ropa o un centro comercial.

- ¿A un supermercado? – repitió las palabras del menor que sonrió cálidamente.

- Quiero saber cuál es el sitio más cercano para comprar comida. – Arioka ahora comprendió. Parecía que iba en serio en lo de hacer las comidas. Sonrió tiernamente, poco a poco iba comprendiendo un poco de la personalidad del menor.

- Ya te dije que no tienes por qué hacerlo. – reprochó levemente aunque divertido. Yamada sonrió también, en el tono de voz parecía que no estaba molesto para nada.

- Quiero hacerlo. – sentenció dando por finalizada la conversación.



Llegaron rápidamente a un supermercado cercano. Eso le vino bien a Daiki que tenía pensado comprarle los útiles al menor. Se bajaron y caminaron por el parking exterior para llegar a la entrada. Yamada miraba fijamente cada sitio, como intentando recordar cada pequeño detalle.

- Otro día vendremos andando para que te sepas el camino. Hoy es solamente para visitar. – explicó el mayor al ver la mirada examinante de Yamada, cosa que le causó gracia. Su comentario hizo aliviar al menor que suspiró tranquilo.

- Además, aprovecharemos y compraremos cosas para ti. – eso dejó perplejo al castaño que detuvo su andar. Miró la pequeña espalda del mayor que avanzaba hacia la entrada. Corrió y le alcanzó.

- ¿Para qué? No hace falta. – preguntó. No quería ser una molestia, bastante estaba haciendo Arioka dejándole estar en su casa como para que también le comprase cosas. Él tenía algo de orgullo y ahora mismo le estaba saliendo a flote.

- ¿Qué no hace falta? – soltó con tono irónico a la vez que le miraba de reojo. – ¿Es que no te piensas lavar los dientes todo el tiempo que estés en mi casa? ¿No te piensas peinar? ¿O usar una esponja? – hizo una pausa en la que Yamada miró al suelo algo incómodo, tenía razón. – Lo siento, pero yo cosas como el cepillo o la esponja no se lo dejo a nadie. – finalizó creyendo que así el menor desistiría en la idea de hacerle cambiar los planes.

- Te lo devolveré. – prometió el menor algo apenado porque otra vez estaba haciendo que el mayor se gastase dinero en él. Tenía pensado cocinar todos los días para así aliviar la carga, pero no iba a ser tan fácil.



Salieron cuando lo compraron todo, incluyendo comida para la nevera que según Yamada “era digna de un soltero”. Ambos llevaban bolsas y sonreían contentos y ajenos. Justo en frente del supermercado había una cafetería donde estaba alguien que conocía al mayor de los dos. Esa persona cogió el teléfono y marcó un número que se sabía casi de memoria. Esperó a que la otra persona contestase y habló.

- No te vas a creer a quién tengo delante de mí en una romántica cita, Takaki. – sentenció esa persona con una sonrisa macabra en el rostro mientras escuchaba una interrogante por la otra línea.



*Fin de la segunda parte.*


¿Vosotras también habéis sentido que ha perdido chicha la historia? Aunque creo que en la tercera parte lo he arreglado, esta segunda no me convence del todo. Además de lo larga que es... y eso que es Ariyama y no paro de quejarme... Creo que aquí solamente quería explicar como sería la convivencia o los primeros días juntos.
¿Qué opináis? ¿Crees que lo he dejado tan mal? Agradecería vuestra opinión ^^

La tercera parte la publicaré cuando haya acabado las dos partes que la conforman. Las publicaré las dos (partes) a la vez, para que no supla tanto.

¡Mimi-chan desta~!  

4 comentarios:

  1. Awwwwwww, me ha gustado mucho! >w< es más tierno que la primera parte, y ay, me ha enganchado X3 me tienes todos los días comprobando si has subido algo ahahahah

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  2. esta bien~~ ^^//
    no tienes porque mortificarte, la parte uno y esta segunda han estado bien, ganbatte mimi-chan ;)

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  3. Aaddasdf muy genial *^* El AriYama es tan bonito <3
    ¿Quién fue ese p****** que le llamó a Yuuyan? D: Afnajaihshe quiero saber~~~~
    Gracias por esa conti ^~^
    A Daiki le encanta molestar a Ryosukr jejeje adoro eso

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  4. Te ha quedado espectacular, todo él finc me la pase emocionada (dios sabe por que) es que escribes vakxywvt genial!!!! ¿Quien le marco a Yuya? oh lol muero por saber, me encanto esta segunda parte xD amo esto! Ahora a por la tercera parte ganbatte!!! Me emocione! Me has dejado clavada n.n y eso que no me gusta mucho el Ariyama pero tu harás que lo ame! Siento haber comentado tan tarde LOL!

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Si te ha gustado comenta! con tu comentario haces que me anime a escribir más! Gracias! ^^